Para comprender mejor lo anterior, es importante comenzar aclarando qué es un berrinche, ya que partiendo de ahí se puede aprender a manejarlos.
Los berrinches son una respuesta refleja que se da ante una situación frustrante; es decir, se da como resultado de la frustración del niño cuando algo no resulta como él quiere.
En los niños no es muy común encontrar el concepto de saciedad, por lo que siempre, o casi siempre, desean más de lo que les damos comúnmente, situación que incrementa la posibilidad de que experimenten frustración. Cuando los niños se enfrentan a una situación frustrante, es decir, cuando algo no es como ellos quisieran o cuando alguna cosa se les niega, van a utilizar diversos recursos para obtener “eso” que se les esta negando; uno de esos recursos utilizados son los berrinches.
Los niños aprenden que mediante un pequeño, y a veces no tan pequeño berrinche, obtienen de los adultos lo que desean. El problema comienza cuando en realidad lo consiguen, ya que será el principio de una larga cadena de berrinches.
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¿Cómo podemos manejar los berrinches?
La respuesta a esto es paradójica: la recomendación cuando se presenta un berrinche es que se haga lo menos posible; es decir, que no se haga nada, pues en función de ello el resultado será mejor.
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Es muy importante recordar que, además de intentar conseguir lo que quieren, otra de las razones por las que un niño hace berrinche es para llamar la atención de quienes lo rodean, situación que consiguen de maravilla, pues frecuentemente tendemos a volcarnos sobre de ellos cada vez que los hacen. No debemos perder la calma ni la tranquilidad cuando aparezca un berrinche.
A los niños en ocasiones también les gusta hacernos enojar, y terminan por darse cuenta de que con estas actitudes lo logran. Por eso no debemos demostrarles enojo. Concretamente ¿qué debemos hacer en caso de que los berrinches se presenten? Lo primero que hay que hacer es hablar con ellos para decirles lo que pasará si se presenta el berrinche. Posteriormente, la reacción que debemos tener ante ellos, es tomarlos tranquila y firmemente y llevarlo a su habitación o a un lugar destinado para ello.
No haga nada más, solo esperar que se le pase para que no vea que nos altera sus comportamientos.
-Hay que ser muy tranquilos pero firmes.
-Que sepan que estamos ahí para ellos, pero que no nos altera su comportamiento y mucho menos cedemos a ellos.
-Es importante no confundir la firmeza con la agresión. Recuerde que debe ser sin violencia y sin enojo aparente.
-Es indispensable que el niño no consiga lo que quería; es decir, no se salga con la suya. Por lo menos nunca antes, durante o inmediatamente después del berrinche.
-Si lo ha de conseguir, deberá hacerlo mostrando un comportamiento más adecuado.
-Si los berrinches se presentan en la calle o en lugares públicos la situación no debe ser muy diferente.
Normalmente a los papás nos da mucha pena que nuestro hijo haga berrinche en público, cosa que los niños aprovechan de maravilla para conseguir lo que quieren. Incluso muchas de las veces los incrementan, pues encontramos que aprenden a hacerlos cada vez más grandes.
Es obvio que si el niño se da cuenta que desespera a sus papás, que recibe muchísima atención, y de postre, recibe lo que quiere, los berrinches nunca van a desaparecer. Lo recomendable es hacerles el menor caso posible, obviamente sin abandonarlos ni descuidarlos, para lograr que paulatinamente, los temidos berrinches vayan desapareciendo.
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