Querida yo… No quiero que llegue el día…
…en que ya no me pidan que los cargue, aunque me duela la espalda de tanto hacerlo.
…en que dejen de necesitarme para todo, aunque a veces pagaría por cinco minutos a solas.
…en que ya no busquen mis brazos cuando están tristes, aunque me sienta agotada de resolver mil cosas todo el día.
La maternidad está hecha de dualidades
Queremos que sean independientes… pero que nunca dejen de buscarnos.
Queremos silencio… pero cuando la casa está demasiado callada, sentimos un vacío raro.
Soñamos con las vacaciones para bajar el ritmo… pero luego contamos los días para que regresen a clases.
Queremos una cosa, pero también queremos lo contrario… y eso está bien. Ser mamás no es elegir entre lo que cansa y lo que se disfruta, sino aprender a abrazar ambas cosas al mismo tiempo.
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Aprender a habitar la contradicción
A veces miro el reloj deseando que se acabe el día… y, sin embargo, en la noche termino viendo fotos de cuando mis hijos eran más chiquitos, pensando en qué momento pasó todo tan rápido.
Vivir estas contradicciones es intenso, pero también hermoso. Es un recordatorio de que la maternidad no es lineal: es una mezcla de cansancio y orgullo, de querer avanzar y, al mismo tiempo, detener el tiempo. Es el deseo de tener espacio para nosotras, sin dejar de querer estar ahí para ellos.
Tal vez de eso se trate: de aprender a habitar la contradicción. De entender que el mismo instante que nos cansa, es el que después vamos a extrañar. Que lo que hoy parece rutina, algún día será un recuerdo que querremos volver a tocar.
Así que hoy, aunque me duela la espalda, aunque no pueda ir sola al baño, aunque sueñe con que se duerman rápido… voy a abrazar fuerte esta etapa. Porque sé que, cuando termine, mi corazón va a querer volver.
No sé cuándo será la última vez que me pidan que les lea un cuento, que busquen mis brazos para llorar, que corran a abrazarme al verme, o que quieran que los acompañe a dormir. Y justo por eso, aunque a veces suspire de cansancio, tengo presente que esto no dura para siempre. Porque, amiga, los días son largos… pero los años son cortos.