Querida yo… después de ser mamá: Ser mamá es un trabajo a tiempo completo.
Confieso que comencé a escribir esta nota en un momento de burnout, en plan de autoterapia y desahogo. Una de esas veces en que te sueltas a llorar como niña chiquita, sintiendo que no puedes con todo. En el fondo sabes que puedes… pero a veces es necesario soltar el cuerpo y dejar a un lado el disfraz de mujer fuerte, de superwoman. Esa es la carga invisible de ser mamá.
Y es que ser mamá es intenso, en todos los sentidos.
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No solo por la transformación que vivimos al convertimos en mamás —dejando atrás una versión de nosotras que no vuelve—. Sino por todo lo que implica gestionar lo relacionado con los hijos y la familia. Nos volvemos malabaristas. Y no de cualquier circo, somos nivel Cirque du Soleil.
Para rematar, las mujeres solemos cargar un peso que no se ve. Una carga que parece ligera y poco relevante, pero que no lo es. Que aparenta ser sencilla, pero que conlleva una lista interminable de tareas.
Es la carga invisible de ser mamá…
Ser mamá es tener 100 pestañas abiertas al mismo tiempo. Esta carga no viene en el job description, peeero ocupa gran parte de nuestro tiempo y de nuestra mente. Se puede llegar a sentir en los hombros, en el pecho…. Y no se toma ni un día libre.

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Esa que recuerda cuándo hay que comprar pañales, cuándo toca vacuna, cuándo es el festival del colegio y se ocupa del disfraz. La que se anticipa a que no hay snacks para la lonchera, o a que los pantalones ya no les quedan. La que organiza menús todas las semanas, los playdates y fiestas de cumpleaños, y gestiona los pendientes y las emociones de cada miembro de la familia, mientras intenta no olvidarse de las propias.
Y a veces… explotas. No porque no puedas con todo. Sino porque no deberías tener que poder con todo.
Esto no es un manifiesto para ser más productivas ni una invitación a organizarnos mejor. Es un respiro. Un reconocimiento. Una forma de decir: “sé que tú también lo sientes”.
Y de invitarte a bajarle, a pedir ayuda, a abrir conversaciones nos ayuden a redistribuir esa carga que tantas veces asumimos solas. Hay muchas cosas que parecen pequeñas, o sin importancia. Pero son las que realmente mantienen a la familia a flote.
Porque, amiga, esto es un recordatorio: lo que haces —aunque parezca invisible— vale, pesa y cuenta. Y cuenta MUCHO.