Querida yo… el año no salió cómo esperaba.
La verdad es que este no fue el año que planeé. No fue lineal ni ordenado. No fue como pensé que iba a ser… porque siendo honesta, creí que estaría en un lugar diferente. Hubo determinación por cumplir metas, pero también frustración y dudas. Días larguísimos y otros que se fueron sin avisar. Hubo expectativas que se ajustaron a la fuerza y certezas que se movieron de lugar.
Hacer balance sin tratarnos como empresa
A veces queremos hacer un balance como si fuéramos una empresa: objetivos cumplidos, pendientes resueltos, resultados medibles. Pero cuando eres mujer, mamá y sostienes mil roles a la vez, el balance no puede ser tan rígido. Tiene que ser más compasivo. Más humano.
Este año aprendí cosas que no venían en el plan:
a decir que no sin dar tantas explicaciones,
a pedir ayuda (aunque me cueste),
y a entender que no todo florece al mismo tiempo; que hay temporadas de sostener, no de crecer… y que eso no significa fracaso.
Cerrar con honestidad
En Navidad suele aparecer esa presión rara de “cerrar bonito el año”. Como si todo tuviera que acomodarse justo ahora. Pero quizá no se trata de cerrar perfecto, sino de cerrar con honestidad.
Mirar el año y decir: esto dolió, esto agradezco, esto ya no quiero repetir, esto sí me gustaría cuidar.
Y desde ahí, pensar en lo que viene.
Pensar el futuro con más suavidad
Entre Navidad y Año Nuevo nos da por hablar de propósitos, metas y nuevos comienzos. Y aunque amo la intención, confieso que cada vez me cuestan más las listas rígidas. Esas que empiezan con toda la energía y se abandonan antes de la mitad del año.
Por eso, este año me estoy acercando al futuro de otra forma. Más suave. Más real.
No solo preguntándome qué quiero lograr…. sino, sobre todo, cómo quiero sentirme.
Y ahí aparece algo que a muchas nos gusta: el vision board. Pero no el de Pinterest, no el perfecto, no el que se ve lindo en Instagram. El vision board como ejercicio íntimo. Como pausa y proyección.
No se trata de recortar casas de revista o cuerpos imposibles. Se trata de sentarte un rato, cuando puedas y como puedas, y hacerte preguntas simples pero poderosas:
¿qué quiero más en mi vida el próximo año?,
¿qué quiero menos?,
¿qué versión de mí quiero acompañar con más cariño?,
¿dónde quiero poner mi energía con más intención?,
¿qué ritmo es sostenible para mí?
Tal vez tu “visión” no sea un tablero físico. Tal vez sea una nota en el celular, una palabra escrita en un papel o una imagen guardada sin explicación. Todo cuenta.
No tiene que ser estético. Tiene que ser honesto.
(Y si este año no te dan ganas de hacer nada de eso, también está bien).
Amiga: cerrar el año sin exigirle tanto, también es una forma de empezar el siguiente. Que el próximo año no empiece con presión, sino con presencia.
