En el parque, en fiestas infantiles o incluso en la escuela, cada vez es más común ver a niñas y niños que prefieren mantenerse al margen, que se angustian ante la idea de hablar con alguien nuevo o que simplemente no disfrutan lo que, para otros, es un momento divertido. La respuesta puede estar en algo que, aunque no siempre se reconoce a tiempo, cada vez se ve más: niños con ansiedad social.
¿Qué es la ansiedad social?
No es lo mismo que la timidez. Mientras que un niño tímido puede sentirse incómodo en ciertas situaciones sociales pero eventualmente se adapta, un niño con ansiedad social vive un miedo intenso y persistente a ser juzgado, rechazado o hacer el ridículo. Esto puede llevarlo a evitar cualquier interacción o situación nueva, incluso si se trata de actividades cotidianas como participar en clase, saludar a alguien o pedir algo en una tienda.
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¿Por qué cada vez más niños la tienen?
- Hay estrés en la familia: cambios constantes, presiones económicas o rutinas muy exigentes pueden generar inseguridad emocional.
- Hay sobreprotección o control en el crío: sin querer, algunos papás evitan que sus hijos pasen por situaciones incómodas o difíciles, lo que les impide desarrollar herramientas para manejarlas.
- Menos contacto social en la primera infancia: viven aislados o frente a pantallas, perdiendo la oportunidad de interactuar desde chiquititos.
- Redes sociales y cultura del rendimiento: aunque suene lejano, incluso los más chiquitos ya reciben mensajes (directos o indirectos) sobre la importancia de “hacerlo bien”, “gustar” o “encajar”.
Señales de alerta en casa o en la escuela
- Llora o se paraliza ante nuevas situaciones o personas
- Evita hablar en público o en grupo, incluso si sabe la respuesta
- Tiene dolores físicos (de panza, cabeza) sin causa aparente cuando sabe que hay un evento social
- Le cuesta separarse de ti, incluso en ambientes conocidos
- Pide que hables por él o que le evites ciertos momentos
¿Qué podemos hacer como papás?
No se trata de forzar a los niños a “salir de su zona de confort” a la fuerza, sino de acompañarlos con empatía mientras les damos herramientas para fortalecer su seguridad emocional.
1. Valida sus emociones
Evita frases como “no es para tanto” o “ya estás grande”. Mejor intenta con: “entiendo que esto te hace sentir incómodo, pero estoy aquí contigo”.
2. Modela interacciones
Que te vean pedir algo en un restaurante, saludar al portero o hacer una llamada ayuda más de lo que crees. Aprenden observando.

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3. Ensayo y juego de roles
Antes de una situación que sabes que le puede generar ansiedad, juega con él a “ensayar” lo que podría decir o hacer. Esto reduce el miedo a lo desconocido.
4. Busca ayuda profesional si es necesario
Si las dificultades persisten o afectan su vida diaria, un especialista en salud mental infantil puede trabajar con ustedes para desarrollar estrategias efectivas.
No está solo… y tú tampoco
La ansiedad social en niños no es un “capricho” ni una etapa pasajera que se debe ignorar. Es una realidad que, si se acompaña con amor y las herramientas adecuadas, puede transformarse en una oportunidad para fortalecer su autoestima y resiliencia.