Estas marcas no nos fracturan de manera irreversible, pero sí nos lastiman para darnos la oportunidad de sanar y crecer juntos.
No estamos rotos para reparar, más bien estamos heridos, pero podemos sanar
Por ejemplo, un niño que crece en un entorno donde no se le brinda apoyo emocional puede desarrollar una sensación de falta de valía y dificultades para establecer relaciones saludables en la adultez.
Del mismo modo, un niño expuesto a relaciones conflictivas puede internalizar la idea de que el amor está asociado con el dolor y la discordia.
La crianza consciente nos brinda una oportunidad única: la posibilidad de romper los ciclos de patrones heredados y liberarnos de las cadenas de las generaciones pasadas.
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Al abrazar la sanación podemos evitar repetir los errores que vienen de atrás y dar espacio a un futuro de conexiones más profundas y un amor consciente.
Papás y mamás que sanan para po0der criar mejor
En mi experiencia personal, he dedicado literalmente mi vida a sanar y reparar todo aquello que, sin elección propia, aprendí en la infancia.
Cuando somos pequeños dependemos emocional y físicamente de nuestros cuidadores principales y a veces internalizamos creencias y comportamientos que no nos pertenecen. Es como si heredáramos equipaje que no pedimos.
La mayoría de las heridas, por no decir todas, residen en lo más profundo de nuestro subconsciente y a menudo se activan con el menor estímulo externo. Esto se vuelve más evidente cuando nos convertimos en padres, ya que la crianza actúa como una lupa que revela todas esas heridas latentes en nuestro corazón.
Por eso es tan urgente ser conscientes de estas heridas para sanar y evitar repetirlas con nuestros propios hijos.
Cuando papá o mamá reconocen sus propias heridas, tienen el desafío y la oportunidad de criar desde una nueva perspectiva y en lugar de imponer viejas creencias limitantes o hábitos perjudiciales, podemos optar por entender, apoyar y demostrar empatía.
Al reconocer las heridas de nuestra propia crianza, podemos acercarnos a nuestros hijos con una atención plena y un deseo sincero de sanar, en lugar de perpetuar las dinámicas negativas.
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Una pregunta que me acompaña constantemente es: ¿Cómo habría deseado ser tratada cuando era niña? Esta pregunta me ha hecho más consciente en los momentos de desafío con mi hijo.
En esos momentos de caos y desbordamiento emocional me ha permitido validar en lugar de reprimir, y tomarme un momento para respirar y no reaccionar impulsivamente. Esto me ha llevado a abrazar a mi hijo en su frustración en lugar de reaccionar con enojo, como a veces experimenté de pequeña.
La importancia de sanar las heridas de la infancia
La sanación no es solo para los padres, también para los hijos. A medida que los padres emprendemos el viaje de sanación, brindamos a nuestros hijos el regalo de un ejemplo poderoso.
Los niños aprenden que está bien sentirse vulnerables, que está bien buscar ayudar y que está bien crecer a través de las dificultades.
Al ser testigos del amor y la autenticidad de nosotros como sus padres, los hijos encuentran su propia fortaleza interior para sanar y transformar sus vidas.
En este camino de crianza consciente, recordemos que no estamos irremediablemente rotos, estamos heridos. Nuestras heridas son oportunidades para el crecimiento, para reescribir la historia y liberarnos de antiguas ataduras.
Al abrazar la sanación, mostramos a nuestros hijos la importancia de enfrentar el pasado con valentía y construir un futuro lleno de amor y conexión.
La crianza consciente nos recuerda que no somos prisioneros de los patrones del pasado. Tenemos el poder de sanar, evolucionar y crear un entorno donde cada generación supere a la anterior.
La sanación no solo transforma nuestras propias vidas, también tejemos una historia de amor y empoderamiento, que perdurará mucho más allá de nuestro tiempo presente.