Por qué es importante hablar de límites
La seguridad infantil no se limita a cruzar la calle o usar casco en la bicicleta. También implica enseñarle a reconocer situaciones de riesgo con personas que no conoce. Muchos papás evitan la conversación porque piensan que es demasiado pronto, pero especialistas en psicología infantil recomiendan empezar desde los tres o cuatro años, cuando los niños ya entienden reglas simples.
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Si lo dejas pasar, tu hijo puede crecer sin tener claro qué hacer si alguien lo incomoda. Y aunque no se trata de llenarlo de desconfianza, sí necesita saber que hay adultos seguros y otros que no lo son.
Cómo explicarle límites sin asustarlo
Cuando hables con tu hijo, evita frases alarmistas como “todos los extraños son peligrosos”. En su lugar, usa ejemplos sencillos que le resulten cercanos. Puedes decirle: “No todos los adultos son malos, pero si alguien que no conoces quiere llevarte, no debes ir”.
Enfócate en su seguridad, no en el miedo. Hazlo sentir capaz de reconocer señales y de pedir ayuda. Así reforzarás su confianza en lugar de generarle ansiedad.


Señales que debe aprender a identificar
- Si alguien le ofrece dulces, juguetes o dinero para irse con él.
- Si una persona le pide guardar un secreto que lo hace sentir incómodo.
- Si un adulto intenta tocar su cuerpo sin su permiso.
- Si alguien insiste en acompañarlo aunque haya dicho que no.
Explícale estas situaciones con ejemplos cotidianos y hazle preguntas como “¿qué harías si alguien te ofrece un dulce en la calle?”. Practicar juntos le dará más seguridad.
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Además de hablar, puedes apoyarte en juegos y dinámicas. Jueguen a “qué harías si…” y plantéale distintos escenarios. Enséñale también a identificar adultos de confianza: policías, maestros, familiares cercanos.
Otra herramienta es la regla del “grito fuerte”. Explícale que si se siente en peligro, tiene derecho a gritar, correr y pedir ayuda sin importar lo que diga la otra persona.
Lo que sí debes evitar
Muchos papás caen en el error de usar amenazas o frases como “si hablas con extraños, te van a robar”. Eso solo genera miedo y puede provocar que tu hijo no quiera salir solo ni confiar en nadie.
Tampoco lo presiones a saludar o abrazar a adultos si no quiere. Obligarle a mostrar afecto rompe la idea de que puede decidir sobre su propio cuerpo.
La mejor manera de proteger a tu hijo es mantener una comunicación abierta. Si sabe que puede contarte lo que siente sin que lo regañes, será más fácil que acuda a ti si algo raro ocurre.
Recuérdale siempre que la responsabilidad de cuidarlo es tuya, no de él. Su tarea es seguir reglas simples y avisarte si algo lo hace sentir incómodo.