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- Parasomnias. Episodios breves o parciales de despertar pero que realmente no representan una interrupción importante. Su frecuencia es variable y la edad de mayor incidencia está entre los tres y los seis años
- Sonambulismo. Es la repetición durante el sueño de conductas aprendidas en los periodos de vigilia. Afecta entre el 1 y 15% de la población infantil. No se le debe despertar nunca, sólo hablarle con frases cortas para conducirlo a la cama
- Terrores nocturnos. Suceden durante la primera mitad de la noche en fase de sueño profundo. Se caracterizan por gritos, llanto brusco e inesperado, miedo intenso y sudor frío. Aparecen alrededor de los dos o tres años, con un pico máximo entre los seis y doce
- Pesadillas. Ocurren en la segunda mitad de la noche, durante la fase REM y el niño explica claramente qué es lo que soñó y le despertó. A medida que disminuye la ansiedad diurna, los episodios también tanto en intensidad como en frecuencia
- Bruxismo. Conocido como “rechinar de dientes” y se produce por una contracción excesiva de los maxilares que da lugar a un ruido que ni siquiera lo despierta. Si la contractura es muy intensa puede provocar alteraciones dentales y suele ser un síntoma de tensión
- Somniloquia. Es el típico “hablar dormido”. Este fenómeno es muy frecuente e inofensivo y se presenta de madrugada. Varía en intensidad y no entraña alguna patología específica
Porcentaje de niños afectados por los principales trastornos del sueño:
- Insomnio infantil: 30 y 35%
- Sonambulismo: 10 y 15%
- Terrores nocturnos: 8 y 13%
- Pesadillas: 45%
- Somniloquia: 21%
- Bruxismo, rechinar de dientes: 4%
- Movimientos rítmicos de adormecimiento: 3%
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