Hay padres que niegan la existencia de los problemas más evidentes y, cuando los hijos llegan a preguntar por qué discuten, se limitan a contestar que no pasa nada y que no están enojados. Hay quienes piensan que una buena mamá es la que no tiene problemas con sus hijos, ya que los conflictos se consideran algo negativo.
Sin embrago, cuando nos abrimos al conflicto y lo aceptamos como parte de nuestra vida, podemos aprovechar el momento para enseñar a nuestros hijos lecciones invaluables.
Malas conductas: oportunidades de aprendizaje
Los conflictos y los malos comportamientos son retos que tenemos que superar y que nos brindan la oportunidad de aprender de nuestros errores. Lo importante no es evitar el conflicto, sino aprender a resolverlo. Como mamás, nos enfrentamos a una serie de situaciones conflictivas todos los días. Algunas conductas de nuestros hijos nos causan miedo e incertidumbre ya que son experiencias nuevas e inesperadas que nos ponen a prueba.
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Aprender a ver el lado positivo
Todas las situaciones que pudiéramos considerar negativas tienen un lado positivo.
Si vas caminando por un estacionamiento con tu hijo de tres años y él quiere salir corriendo, tú ves todos los peligros que corre tu bebé y la percibes como una situación crítica que pone en riesgo su vida e integridad. Por lo que lo mantienes a tu lado y si intenta alejarse, le das un jalón para protegerlo de los peligros que corre.
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Pero lo que debes entender es que tu bebé se deja llevar por el principio del placer y es incapaz de medir la consecuencias de sus actos. Entonces es el momento perfecto para enseñarle algo valioso sobre su seguridad.
Puedes castigarlo y reprimirlo para que no se aleje de ti, o bien, puedes explicarle por qué no es seguro que camine solo y lo que podría pasarle si cruza sin ver a los lados. Es una manera de ayudarlo para que aprenda a caminar sin tu mano, pero a tu lado. Aprovecha la oportunidad para que tu hijo observe su entorno, discrimine y decida que conducta le conviene tener en ese lugar específico, siempre bajo tu guía.
Por Cathy Calderón de la Barca, Psicóloga