“Hola mi nombre es Max, tengo 9 años y les quiero decir a todos los padres de familia presentes que por favor nos corrijan con respeto, sólo somos unos niños.”
Con esa pureza y claridad, Max empezó su discurso. “Sean empáticos con nosotros, verán que siendo cordiales acabaremos respetando sus límites.»
Necesitamos que sean un ejemplo positivo para nosotros y así poder dar buen trato. No sólo traten bien a quienes les convenga, sino a todos a su alrededor. Sean tolerantes, empáticos y cordiales, por que nosotros aprenderemos de ustedes para que este país tenga un mejor futuro y un buen trato para todos.”
Me quedé helada. Literalmente no podía hablar. El problema es que era la moderadora del panel en el cual Max estaba y yo, toda una señora, sin poder decir una palabra. Un señor al final del evento me ofreció sus servicios de oratoria: “usted debe tener problems de nervios, yo le ayudo”. Le agradecí su ofrecimiento con risas nerviosas, pero en mi vida había escuchado a un niño pedirnos algo tan sencillo pero tan poco común, respeto. Una parte de mi corazón quedó completamente conmovida y hoy que lo vuelvo a escribir, mi piel se pone de gallina.
“Eres mi ejemplo, entenderé mejor sin golpes.” Comenta Ángela que a penas va en segundo de primaria.
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Todos estos testimonios los escuché hace unos días en la Jornada Derechos Humanos: POR EL BUEN TRATO A LA INFANCIA en el H. Congreso de la Unión ya que la fundación Sinceraser todo el mes de noviembre promueve en diferentes eventos el mes del buen Trato. Apoyo esta iniciativa y fue un honor ser la moderadora de un panel en el cual 50% eran niños, ¡qué maravilla! Se podrán imaginar mi gran emoción.
Muchos hemos crecido con una educación anticuada en la que las nalgadas, el chanclazo, o algún tipo de golpe o “zape” era nuestro pan de cada día. Antes se creía que a través del miedo y los golpes, se lograba una buena educación y hombres y mujeres de bien. Hoy los psicólogos alrededor del mundo invitan a que los padres dejen esta creencia y en su lugar pongan límites y los cumplan, usando la paz y el amor para contener en vez de golpes para herir, asustar y alejar.
Me acuerdo que desde chica odiaba que me pegaran. Era humillante. Me sentía totalmente en desventaja, por eso cada vez que veía que a alguien le pegaban de niña, me ponía mal y salía a su defensa. Esta vivencia para mi fue tan desagradable que decidí no usar los golpes como método educativo con mis hijos.
Vivimos en una cultura dónde hay una normalización de la violencia, ya no la vemos, es parte del día a día, como dijo Xóchitl Mejía, directora del Movimiento Unido por la infancia en México y una de las invitadas en el panel: “Debemos trabajar por una cultura de la paz en la que los niños son los promotores de los valores y la equidad de género, en ellos está el cambio”, comentó.
No queremos admitir que vivimos en una familia violenta, tratamos de justificar a nuestros padres y a nosotros mismos, por que en algún momento hemos sido violentos de algún modo. Molestábamos a alguien en la escuela, le pegábamos a algún niño o hermano o hermana, poníamos o ponemos apodos y hacemos sentir mal a alguien. ¿Parece normal, no? Todos hemos pasado por esto, ¿verdad? Repetimos lo que hemos visto y creemos que eso esta bien, pero como bien dicen esta voces nuevas llenas de esperanza: “trátanos con respeto y cordialidad, lo copiaré y entenderé mejor las cosas.”
Estos niños y niñas nos piden claramente: respeto, paciencia, empatía y BUEN trato, creo que lo menos que podemos hacer es recapacitar la manera en que educamos, tratamos a la gente que cruza nuestro camino en el día y a nuestra familia.
¡Por un país con buen trato!
Mamá Gallina