El miedo se trata de una emoción que tiene una finalidad: la supervivencia, es decir, nos previene de circunstancias que representan peligro. Por ello, si observas que tu hijo, no debe ser motivo de preocupación, ya que es parte de su desarrollo psicológico, por el contrario, su ausencia puede indicar alguna anomalía en el mismo.
Es normal que en esta época en la que México ha pasado por circunstancias que ponen en peligro la vida y seguridad de las personas, tus hijos comiencen a generar pavores y temores que cambien su forma de percibir el mundo.
Cómo evoluciona
Es común que los niños más pequeños se inquieten al separarse de sus padres o al tener contacto con personas u objetos desconocidos. Durante el proceso de control de esfínteres, no es rara la aversión a los inodoros. Después, entre los cuatro y seis años, pueden impresionarlos algunos animales, como perros o insectos, personajes fantásticos –brujas, monstruos o fantasmas–, o bien, la oscuridad. Entre los ocho y 12 años, los miedos se proyectan en situaciones por lo general relacionadas con la posible pérdida de la gente que aman, desde la muerte hasta las enfermedades o los desastres naturales.
Este cambio relacionado con la edad se debe a las posibilidades cognitivas y psicológicas en cada etapa de desarrollo.
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9 tips para ayudarlo
Toma en cuenta estas sugerencias para que retome el control:
- No ignores su preocupación: Escucha con atención lo que dice y dale un sentido real a lo que está sintiendo. Por ejemplo, si se trata de algo extraño que percibe en su cuarto, prende la luz y pídele que verifique que no hay nada.
- Crea empatía: Menciónale de vez en cuando que a todos nos asusta algo. Esto le dará la certeza de son comunes y de que es posible superarlas.
- No te burles: Ridiculizarlo o hacerle sentir que su inquietud no tiene importancia dañará su autoestima.
- No promuevas fantasías negativas: Hablar acerca de cosas irreales para evitar ciertos comportamientos como amenazarlo con que “el coco”, el señor del costal o la bruja van a venir por él si no actúa como esperas es contraproducente, estás formando una personalidad aprensiva.
- No fuerces situaciones: Obligarlo a que se aproxime a las cosas que lo perturban es un error que intensificará el problema. Él puede intentarlo siempre y cuando se sienta preparado y exprese su deseo hacerlo.
- Anímalo poniendo el ejemplo: Unos padres relajados infunden serenidad en sus hijos. Si algo te perturba es respetable y entendible; quizá no soportes las alturas, pero intenta enseñarle a tu niño a ser precavido sin que le transmitas tus inseguridades y obsesiones.
- No mientas: Esconder que algo que no le agrada está cercano sólo ocasionará que lo tome por sorpresa y, por ende, que su respuesta se magnifique; así terminará incluso por desconfiar de ti. Lo ideal es que advierta con anticipación lo que va a suceder, para que tome precauciones.
- Bríndale herramientas: Este punto está ligado al anterior. Tras advertirle sobre la posible presencia de algo que lo intimida, deja que plantee soluciones, como tener una lámpara a la mano si se trata de una fobia a la oscuridad, dejarle el número de tu celular para que llame en caso de no estar contigo o llevar un objeto a la escuela un objeto que lo haga sentir seguro. Lo importante es que sienta que tiene cómo resolver lo que le preocupa.
- Valida sus sentimientos: Hazle saber que has pasado por el mismo tipo de circunstancias en las que has actuado de modo similar a él y que estos sobresaltos son parte de un impulso necesario para la supervivencia.
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Detecta si se trata de una patología
El miedo deja de ser un elemento integral en el desarrollo infantil cuando
- Limita vivencias
- Detiene de alguna forma la interacción con el entorno
- Se presenta a la par de síntomas físicos como sudoración excesiva, vómitos, desmayos, entre otros
Cuando un niño deja de hacer cosas que son necesarias o agradables, como asistir a la escuela, dormir o ir a un lugar que antes disfrutaba, con tal de no enfrentarse a los estímulos que le provocan ansiedad, estamos ante un trastorno conductual o una patología, que es necesario atender con la asesoría de algún especialista, como un psicoterapeuta infantil.
No debes alarmarte si esto sucede, lo importante es acudir a que se le valore para comprender qué está generando este comportamiento de tal forma que tu hijo pueda salir adelante lo más rápido posible, para que continúe con su vida y disfrute experiencias y momentos importantes en cada etapa.
Por Blanca Venegas, Psicología y tiene maestría en Psicoterapia Psicoanalítica por la Universidad Intercontinental.
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