He aprendido, como terapeuta familiar, que aunque parece sencillo, no siempre es fácil contactar con sus necesidades emocionales de manera profunda, cultivando cierto tipo de atención; ya sea por limitaciones propias, porque no fue algo que se aprende siendo niños o porque a veces se está distraído con tantos temas que impiden ese estado de atención plena que conecta con la realidad.
La enorme recompensa de ser atento y consciente es que, mientras te dedicas a nutrirlo afectivamente y a comprender quién es, tu maestro de vida ofrecerá momentos interminables de magia y bendición, al mismo tiempo que te darán oportunidades de experimentar los sentimientos más profundos de conexión y amor. Entrarás en contacto una y otra vez con lo que es más importante en la vida: el hecho de poder compartirla con él, siempre buscando ser guía que brinde contención, apoyo y amor.
La empatía en nuestras vidas
No se limita a respuestas emocionales automáticas. Para la mayoría de los padres resulta evidente que es más fácil empatizar con un hijo cuando está sufriendo y mucho más difícil hacerlo cuando está enojado, pateando, arrojando cosas y gritando. También es difícil cuando sus intereses o puntos de vista entran en conflicto con los suyos. Es por esto que la capacidad para ser empático en un amplio margen de situaciones es algo para lo que hay que trabajar, algo que se cultiva con intención.
Mi sugerencia para lograrlo es observar las situaciones a las que te enfrentas –desde el punto de vista del niño–, buscando comprender lo que puede estar sintiendo, con la intención de incluir una atención plena y sin juicios en cada momento, al mismo tiempo que mantienes la atención a tus sentimientos y lo que va surgiendo.
Las emociones
La ausencia prolongada de empatía por parte de los padres puede tener efectos devastadores en los niños. Cuando un padre fracasa en mostrarse empático, muchas veces el niño, en respuesta, evita sentir y expresar algunas emociones. Es de este modo que rangos completos de emociones pueden ser limitados en sus vínculos afectivos, sobre todo si constantemente éstas no se reconocen o se reprimen durante la infancia.
Los niños de uno a cuatro años dependen de la capacidad y sensibilidad de sus padres para crear un ambiente que alimente su curiosidad, les dé la libertad para explorar y descubrir de manera segura y contenida a la vez, ofreciendo el calor y la seguridad que necesitan en forma de apapachos, regazos dónde sentarse, arrullos o abrazos.
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Conforme crece, la empatía se expresa en una forma menos física, aunque siempre hay momentos en los que requiere un abrazo o un apretón de manos, y es importante que como padre estés atento para saber leerlo, así como estar dispuesto a propiciar aquello que necesita para generar un espacio de contención. Reitero esto porque en ocasiones los mensajes pueden ser confusos y difíciles de comprender. Un día puede ser amoroso y abierto y el siguiente está enojado e incluso te rechaza.
Mantener aproximación empática a pesar del rechazo, implica no dejar que tus sentimientos impidan ver el dolor que tu hijo siente. Es importante transmitirle que estás ahí sin importar sus actitudes y que aunque repruebes sus acciones, ves y validas sus emociones, lo que es, y lo que significa para ti.
Esta distinción es fundamental, ya que ser empático con sus emociones no significa estar de acuerdo con la forma en la que se expresa o con actitudes que lastimen a otros. Lo ideal es buscar la manera de que sepa que no se permite la agresión, los insultos o cualquier otra forma de demostrar el enojo que sea dañina, pero que eres capaz de reconocer la emoción, de validarla y darle un espacio.
A través de las palabras y la actitud empática, te conviertes en una especie de espejo emocional, cuya función es reflejar su imagen tal cual es, con frases descriptivas como: “Veo que estás enojado”, “Noto que eso te molesta mucho”, frases que facilitan que defina sus emociones, y comprenda que son parte de la experiencia humana; sentimientos que conoces porque los has experimentado también.
Esto baja considerablemente la ansiedad que siente cuando se enfrenta a sentimientos que lo desbordan y los asustan. Es importante ser espejo que ofrezca comprensión, no críticas, sermones o consejos.
Soren García Ascot es maestra en Terapia Familiar Sistémica. Puedes contactarla al T. 5662 3353, 04455 3399 4232 o a sorengao@yahoo.com