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¿Se vale ser amigo de mi hijo?

En la actualidad, mucho se dice sobre ser amigos de nuestros hijos, pero ¿en verdad es lo mejor para ellos? Juan Pablo Arredondo te responde.

Si nosotros hiciéramos un comparativo de la educación que nosotros, los papás de ahora, recibimos, con la que recibieron nuestros padres o nuestros abuelos, las diferencias serían abismales en prácticamente todos los sentidos, por ejemplo en la cuestión de ¿se vale ser amigo de mi hijo?

¿Ser amigo de mi hijo? 

De inicio, los padres antes comenzaban a serlo a edades mucho más tempranas. Se ingresaba al mundo laboral en ocasiones desde antes de los 18 años y la paternidad acompañaba, casi de manera natural, estas etapas.

En otros casos, antes de los 30, se podía llegar a tener ya tres o cuatro hijos, cuando las familias eran de cinco hijos o más. El padre de familia era tradicionalmente el proveedor, mientras que la madre solía quedarse en casa al cuidado (y crianza) de los hijos. Era difícil que los niños pudieran establecer con- tacto directo y constante con el padre, pues tenía que salir de casa a buscar el sustento.

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La madre solía ser ama de casa, mientras que el padre era el que dominaba. A finales de la década de los 60, hubo un cambio significativo en la educación de los hijos.

 

De un extremo a otro

 



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Pasamos de una educación vertical, en donde los padres mandaban y los hijos obedecían, a una educación horizontal en donde la consigna era: “Déjalo ser”, “no le impongas”, “bájate a su nivel”, “explícale las cosas”, etcétera.

A partir de ahí, las cosas cambiaron radicalmente. Los padres comenzaron a asumirse en un rol que no sólo era el del proveedor y por supuesto que tampoco el del malo del cuento.

Las mujeres comenzaron a trabajar de una manera más directa. Esto transformó los roles sexuales que tenía cada uno de los miembros de la pareja en un tiempo demasiado corto. El padre se volvió más presente y la madre, en ocasiones, más ocupada en sus cosas, en su trabajo y en las tareas domésticas.

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La presencia física y la cercanía permitieron que los padres tuvieran una relación más afectuosa y cordial con sus hijos, lo cual, con el paso del tiempo, generó lazos que, hoy por hoy, pueden llegar a ser iguales y (en algunos casos) hasta más fuertes y afectuosos que los de la propia madre.

Pero sucedió que muchos padres se fueron al otro extremo, en donde, en lugar de ser la figura fuerte y dominante, pasaron a ser los buenos, los permisivos e, incluso, los amigos de sus hijos.

Amigos, ¿sí o no?

 

Portarte como amigo de tu hijo en un sentido general no pareciera tener nada de malo. Incluso pudiera parecer adecuado y hasta deseable. Un padre de familia que se convierte en una figura cercana, agradable y amistosa, parece ser la combinación perfecta. No obs- tante, tal acercamiento y vinculación puede provocar una situación inversa a lo deseable. Padres que deciden ser amigos de sus hijos, en lugar de padres de sus hijos.

Y derivo una frase muy común. “Un padre que decide ser amigo de su hijo, al parecer está renunciando a la res- ponsabilidad de ser padre de su hijo”. No es lo mismo ser amigo de tu hijo, que ser un padre amigable. Recuerda:

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  • Los amigos se eligen y son de la edad.
  • No es su responsabilidad decirte lo que está bien y lo que está mal.
  • Se convierten en cómplices, a veces permisivos y solapadores.
  • Los amigos sí están para los momentos difíciles, pero también para la diversión y, un poco, hasta para la irresponsabilidad.

Un padre, en cambio:

  • Es un hombre maduro encargado de la crianza de su hijo.
  • Es quien debe decirle a su hijo lo que está bien y lo que está mal, modelando la conducta.
  • Se encuentra al cuidado de su hijo, encargándose del buen rumbo que su hijo deba seguir.
  • Un padre es un mentor y corrector de comportamientos inapropiados.
  • Un padre no puede ser permisivo, ni solapar lo que no sea correcto en la conducta de su hijo.
  • Un padre está en los momentos difíciles, y ayuda a su hijo a equilibrar la diversión con la responsabilidad.
  • Enseña permanentemente a su hijo a respetar las normas y a hacerse cargo de las consecuencias de sus actos.

Los niños requieren de una figura que represente el respeto a la autoridad y a la sociedad. No debemos tender a ser amigo de nuestros hijos, aunque sí creo en la posibilidad de ser un papá amigable. No renuncies a la responsabilidad de ser padre.

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