fbpx


¿Por qué debemos ser adultos empáticos?

No se trata de solamente enseñarle a los niños, aquí te explico por qué debemos convertirnos en adultos empáticos para beneficio de nuestros críos.

Se dice que la “empatía” es la habilidad de ponernos en los zapatos de los demás para “entender” su situación personal en cualquier circunstancia. Se lee muy lindo y todo pero no resulta, ni tan sencillo, ni tan común que seamos adultos empáticos y por lo tanto tampoco somos tan asertivos al pretender enseñar “empatía” a los críos.

¿Tus papás eran adultos empáticos?

Con los años he comprendido, más por causa efecto que por verlo como algo natural, que: “todos tenemos las perfectas razones para ser como somos y para actuar como actuamos” y esto lo aprendí de una querida amiga terapeuta. La frase anterior resume el verdadero fondo de practicar la empatía, la cual reside en entender que toda situación o razón es válida para que otro alguien sea como es y esto aplica de manera muy especial para otras mujeres que son “madres” y para otros hombres, que son “padres”, porque no hay una forma única o exclusiva de serlo y a veces podemos caer en la tentación de juzgar lo que desconocemos.

Muchos de nosotros quizá hemos caído en comportarnos como opinólogos, esto es que sin ton ni son y sin que nadie nos consulte, opinamos de la crianza y damos consejos sobre alguna situación sobre los hijos de alguien más. Es que hasta que nos convertimos en madres y padres que entendemos que sucede un universo detrás de cada escena y abrimos la bocota porque podemos y tres doritos después… el karma (si ustedes quieren), nos alcanza y nos pone en una situación similar con nuestros hijos, sobre la que alguien más va a opinar. Aquí la importancia de ser adultos empáticos.

Conoce: Lo que nadie te dice al criar a una niña

No está absolutamente bien, ni absolutamente mal hacerlo, porque a veces opinamos porque creemos tener un interés genuino, otras veces lo tenemos y otras tantas no, pero igual la intención no es mala. Lo que importa realmente es caer en la cuenta de que nuestra opinión, la mayor parte de las veces no sirve para nada, no suma en momentos de crisis emocionales o familiares y menos cuando son ajenas y que, del contexto que observamos, realmente conocemos muy poco.

Las relaciones padres e hijos son complejas en mayor o menor grado, porque de dos mundos distintos (mamá y papá) se forma uno nuevo con los hijos y cada integrante de ese nuevo mundo trae consigo: experiencias, traumas, recuerdos, equipaje emocional que le llaman y que no siempre sabemos manejar pero lo andamos cargando para todos lados.



Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.

El ingrediente común en las familias funcionales es el amor y esa es la base para al menos intentar que las cosas funcionen con los hijos, pero hay que tener en cuenta que para ello necesitamos reconocer primero quiénes somos nosotros; qué nos duele, qué no hemos resuelto emocionalmente en nuestro rol de hijos y con qué herramientas contamos como padres para darlo todo en la crianza y esperar también, enfrentar una buena dosis de errores, frustraciones y fracasos inesperados al ser madres o padres.

Revisa: Mamá de pandemia, mamá superhéroe

Para ser adultos empáticos debemos entender que eso está bien y también pasará, no perder de vista que somos humanos, que nos equivocamos y que sobre todo, en cada momento histórico de nuestra maternidad o paternidad sería increíble poder ser empáticos con nosotros mismos y entender que, sea lo que sea, teníamos las perfectas razones para ser como somos y para actuar como actuamos.

No estoy proponiendo justificar de manera absoluta cada error que cometemos como padres, sino simplemente tratar de ser menos duros al juzgar nuestra propia crianza y tratar de aprender a sacar lo mejor de lo peor de ese momento o de esa situación que quizá nos dejó con mal sabor de boca. Es ser adultos empáticos con nosotros mismos y con nuestros hijos.

Para ser madres o padres no hay manual, podemos leer y tomar los cursos que quieras de parentalidad, pero una cosa es la teoría y otra es la práctica. En el día a día, los hijos crecen, la vida cambia, nos revela nuevas formas de nosotros mismos, nos cambia el entorno, el trabajo, la edad, las responsabilidades y la vida nos hace que retornemos lo que estamos haciendo y es ahí cuando nos cuestionamos todo: si lo hacemos bien, mal, si tiene o no remedio, si esto o lo otro.

Para enseñar empatía como cualquier otro valor o concepto, primero hay que hacerlo nuestro, practicarlo y enseñar con el ejemplo, entonces sí, podemos apostar a que vamos a pasar el mensaje y que, eventualmente nuestros hijos van a poder entender que otros niños tienen las perfectas razones para ser como son y para actuar como actúan. Ojalá esa sea la primera piedra que vayamos poniendo para una sociedad más empática y menos competitiva que tanto nos urge para vivir mejor y para ser más felices.

Comparte esta nota

Más sobre este tema

Qué te pareció esta nota

0 / 5. 0

TAGS: