Antes de enseñar o corregir, necesita sentirse acompañado.
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Por qué las palabras importan tanto
El lenguaje que usas puede ayudar a regular su sistema nervioso. Cuando nombras lo que siente y te mantienes disponible, su cerebro empieza a salir del modo de alerta. No es permisividad. Es una forma de ayudarle a volver a la calma. En cambio, minimizar o presionar suele intensificar el enojo.
Lo que empeora la crisis
Frases que invalidan lo que siente, que lo comparan o que amenazan con castigo suelen escalar la reacción. El mensaje que recibe es que su emoción es incorrecta. Eso aumenta la frustración y alarga el estallido. Aunque la intención sea corregir, el efecto suele ser el contrario.
Acompañar el enojo no implica permitir cualquier conducta. Puedes validar la emoción y, al mismo tiempo, marcar un límite claro. Primero se busca la calma. Después viene la corrección. Este orden es clave para que haya aprendizaje.
Así se construye el control emocional
Los niños no nacen sabiendo regularse. Aprenden a hacerlo a través de la experiencia repetida con un adulto que los acompaña. Cada vez que te mantienes presente y usas un lenguaje empático, estás entrenando su cerebro. Con el tiempo, esa regulación externa se vuelve interna.
Fuentes:
– Siegel, D. & Bryson, T. The Whole-Brain Child
– American Psychological Association (APA)
– Zero to Three
