¿Qué sigue? Hoy definitivo estamos viviendo “diferente”. Estos días, no voy a mentir; estoy necesitando dosis mas altas de fortaleza, de sostén, de claridad emocional y en esa búsqueda me encontré con la “resiliencia”, esa capacidad o habilidad para sobreponernos de los eventos adversos en nuestra vida, para superar con cierto grado de optimismo los obstáculos que se nos presentan sin sufrir un daño profundo que nos deje mal para continuar.
Aquí la propuesta es vivir en resiliencia, porque por difícil que resulte, siempre hay una mejor manera de pensar sobre lo mismo, nuestro pensamiento siempre lo podemos mejorar y eso siempre actuará en nuestro favor.
Nada mas lejano de la realidad que asumir que nosotros estamos protegidos o aislados del sufrimiento o de las pérdidas en nuestra vida, sean emocionales, físicas o materiales; esas pérdidas nos afectan y las más de las veces nos transforman. Aprender que el resultado de la transformación que atravesamos en consecuencia del dolor es una elección, podemos entonces dejarnos vencer y rendirnos ante lo sufrido o bien, de manera eficiente y positiva reaccionar frente a los problemas, frente a las pérdidas y crecer y evolucionar.
No hay una fórmula que funcione para salir del duelo (lo que ello signifique para cada quien), porque el dolor como el amor, no tienen una medida ni un tiempo determinados, ni tampoco una sola manera de representarse, el dolor y el amor son subjetivos, intangibles, pero reales y para sobrevivir a ambos necesitamos generar aceptación, comprensión, confianza en nosotros mismos, en nuestras mejores capacidades para enfrentarnos sanamente a los problemas: elegir ser feliz como práctica y no como meta, vivir en el hoy y en el ahora a pesar de nuestra fragilidad, a pesar de aquello que nos haga vulnerables, aunque nos tome tiempo.
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Cuando se trata de ser resilientes, algunos descubrimientos personales:
- Hacer un inventario de lo bueno sirve siempre: ¿Qué es lo que tenemos para agradecer?, ¿Qué nos hace sentir bien a pesar de…?, este simple ejercicio nos hace reconocer lo que sí tenemos y todos, a pesar de lo que nos haya sucedido seguro tenemos grandes cosas (que mejor dicho, no son cosas)… ojalá sean personas, experiencias, recuerdos, amigos, familia, salud, alternativas.
- Pedir ayuda: Sí, quizá resulte difícil tragarse el orgullo cuando además nos sentimos derrotados, pero es necesario pedir favores, esto no va en contra de nuestra autoestima, va en favor de nuestra recuperación. Se requiere humildad, pero puede que en el camino recibas gratas sorpresas inesperadas por recibir la ayuda de quien menos lo esperas y eso nos predispone a ayudar a otros.
- Identifica tus miedos: El miedo puede ser paralizante, es importante distinguir entre los miedos reales y los irracionales, identificar nuestros miedos nos hace verlos a la cara, es una manera de enfrentarlos y cuando lo hacemos, a veces descubrimos que no son tan terribles como creíamos, a veces es verdad que permanecen, pero al menos sabemos cuales son y con ello tenemos mas seguridad de cómo reaccionar cuando nuestro miedo se materializa.
- Prioriza: ¿Qué es lo importante, qué es lo que realmente merece nuestra atención, nuestra energía?, una vez que has identificado tus miedos o tus debilidades califica cual de ellos es más importante resolver y dedícate a ello, los cambios no suceden solos, hay que hacer que pasen, trata de ver con claridad cuales son tus opciones y si no puedes pide ayuda. La depresión tiende a nublar todo lo que percibimos, es como ver a través de un cristal sucio que distorsiona nuestra visión, por eso importa hacer las cosas con calma, tomar las decisiones cuando estemos listos.
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- Retoma el control: los cambios drásticos que incluyen pérdida nos desorganizan en todo sentido, nos hacen sentir impotentes ante la situación y eso nos resta poder. Tu eres responsable de tu vida y de sus resultados, no pongas tu tranquilidad o tu felicidad en manos de nadie, no permitas que la paz y el amor vengan de fuera, lo que nos sostiene viene de dentro.
- Te sentirás diferente, no te disculpes: nuestra cultura nos ha enseñado a sentirnos culpables por como sea que nos sentimos y cuando nos sentimos “mal” o “diferentes” tendemos a justificar y a explicar el porqué de nuestro decir, de nuestro hacer o no hacer y la verdad es que eso no es importante. El ser humano necesita “experimentar los cambios en conciencia”, eso es lo que nos da el sentido del porqué, en el camino del dolor de la transformación encontramos la razón o la explicación a lo que estamos atravesando y no le debemos explicaciones a nadie. Cuando estamos en modo “sobrevivencia” no nos debe preocupar el juicio ajeno, en realidad soy de las que piensa que nunca nos debe preocupar, quienes nos aman genuinamente respetarán nuestros cambios y sus tiempos.
Darse por vencido cuando las cosas van mal puede ser atractivo, lo mismo culpar a las circunstancias, a las personas, a la suerte de lo que nos pasa y cierto es que no hay verdades absolutas al respecto. Somos responsables de todas nuestras acciones y elecciones, de todos nuestros actos y de nuestros pensamientos, la palabras tienen poder y también las intenciones, entonces cabe pensar que igual podemos dirigirlas de manera optimista y positiva.
Cuando vives en resiliencia aprendes mucho, primero a superarte a ti mismo, pero sobretodo a conocer y reconocerte mejor. Ser resiliente es una inteligencia emocional que nos hace “ejecutar”, en lugar de dejarnos pasivos; nos hace sentirnos optimistas creyendo que podemos crear nuestro destino y nuestras opciones y eso nos empodera porque además reconocemos que de toda situación existe algún aprendizaje.
La resiliencia nos regresa la confianza de a poco, moldea nuestro carácter y nuestra personalidad para crecer con cada experiencia sin importar la edad que tengamos (los niños son expertos en practicar la resiliencia de manera orgánica); ser resiliente es darnos permiso de sentir profundamente, de no dejar ir ciertas situaciones hasta que estamos conscientemente listos y por lo tanto también dispuestos y en paz con las consecuencias; la resiliencia nos hace fuertes, porque a pesar de necesitar apoyo y sostén, no dependemos de ello para seguir adelante, se tiene la capacidad de recuperación en cada crisis a pesar de la fragilidad porque la realidad es que nos estamos volviendo mas fuertes cada día y eso hace que nos adaptemos a los cambios futuros con mayor flexibilidad, con menos apegos y más confianza.
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Sí, los malos momentos llegan inesperados, como lo hacen también los buenos, de eso se trata la vida y es inevitable, resulta positivo tener la capacidad para atravesar ambos momentos y verlos temporales, porque es verdad que nada dura siempre y que ser resilientes es tener un escudo protector que nos ayuda a defendernos de las situaciones amargas y salir de ellas para descubrirnos en personas mas fuertes, mas integrales y con nuevos aprendizajes y agradecimientos por compartir.