Si eres berrinchuda ¡Acéptalo!
La versión infantil del amor de adultos es enfermiza. La experimentas si todos los días y de formas no tan obvias:
- Responsabilizas a tu compañero de tu dicha o tragedia
- Quieres que esté para ti en el momento en que lo solicitas
- Empleas frases y actitudes egoístas
- Quieres recibir los beneficios de su cuidado y amor sin dar algo a cambio
Como lo dice Joan Garriga, psicoanalista gestáltico español y autor del libro El buen amor en la pareja: “El otro no puede darte la felicidad, esa es una decisión autónoma que hay que asumir pero entonces, ¿quién la reclama y se empeña en encontrar exigencias y argumentos desdichados porque la realidad no se asemeja a sus sueños? Pues ni más ni menos que el niño que sigue vivo entre nosotros”. Pum.
Los berrinches con tus hijos
Quiere las gomitas de súper, contestas que no traes dinero, él sabe que sí, vuelves a negarte y los reclamos, las patadas y el lloriqueo se vuelven los protagonistas. Te enfureces porque está dejándote en ridículo ante la gente y… detente, ¿qué haces después?
Casi seguro pierdes el control y le gritas para (de manera inconsciente) medir fuerzas con él. ¡Claro! No puede ni debe salirse con la suya, los límites son una prueba de amor pero, ¿de dónde saca el ejemplo? Si lo jaloneas, insultas, permites que vea y escuche cómo le reclamas a su papá porque no te llevó al restaurante que querías, insultas a los demás en el tránsito, ¿quién es la que necesita autocontrol?
¡Ponte un alto! ya no seas berrinchuda
- Vive y asume tu responsabilidad. No les exijas que se comporten si siempre pierdes los estribos, ni que se tranquilicen si “histeria” es tu segundo nombre
- Analiza cada situación. No se trata de que seas permisiva pero ¿el drama vale la pena por unos dulces que sólo come de vez en cuando o porque tu marido elija el restaurante?
- Recuerda que lo que dices, se te regresa. Justificaciones como “se lo buscaron, me sacaron de mis casillas” son sólo la antesala para que llegado el momento, esa pequeña persona que nació de ti y el hombre que elegiste para criarlo te regresen uno a uno todo lo que les has dado, ¡aguas!
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