- Limpiarle los mocos con las manos. ¿Qué más podríamos hacer si no tenemos un pañuelo? No queremos que ande con él pegado todo el día
- Oler las cosas para saber qué son. ¿Y eso que traes en el suéter? Sólo hay una manera de averiguarlo…
- Meter la mano en el baño. Tenemos que hacerlo, pues qué haría nuestro bebé sin su chupón o juguete favorito
- Oler el pañal. Todas hemos hecho el «levanta, huele e identifica»; incluso a metros de distancia lo distingues perfecto
- Tener la blusa manchada de leche y flemas y no cambiarla. ¿Para qué hacerlo si la va a volver a ensuciar?
- Dejar que te vomiten, escupan, saliven encima. Atrapar cualquiera de ellas es un instinto muy raro que tenemos
- Agarrar la comida masticada que no quiere. El típico «¡Qué asco!» y después para después escupirlo en tu mano
- Limpiarle la cara con baba. Si está todo manchado y no hay toallas húmedas alrededor, nuestra saliva es la única opción
- Probar su comida masticada. Tu bebé es generoso y quiere compartírtela, ¿cómo rechazar esa cara que te dice «mamá pruébalo»?
- Ruidos incómodos. Desde un estornudo hasta un gas, sólo tú podrías identificar olores y ruidos raros provenientes de tu bebé aún estando él en un cuarto diferente y con la puerta cerrada