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Cómo enseñar a tus hijos a calmarse: guía práctica de autorregulación

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¿Cuántas veces te ha pasado que le pides a tu hijo que se calme pero tú no estás calmado? ¿Sabías que cuando haces esto en realidad le estás pidiendo peras al olmo?

autorregulacion emociones
Los niños aprenden a regularse observando cómo actuamos los adultos, sobre todo mamá y papá. Por eso, cuando le pidas a tu hijo que se calme, recuerda que la calma empieza en ti. El cerebro de tu hijo aún está en desarrollo.

Las áreas que le permiten mantener la calma, controlar impulsos y esperar su turno, ubicadas en el lóbulo prefrontal, terminan de madurar alrededor de los 25 años. Por eso es fundamental que tengas paciencia y que sepas cómo enseñar a tus hijos a calmarse con estrategias de autorregulación.

Ver desde los ojos de un adulto lo que frustra, enoja, causa miedo o inseguridad a un niño puede minimizarse de forma inconsciente o sin quererlo. Por eso, ponerse en los zapatos del niño y entender su nivel de madurez es sumamente importante.

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Todas estas emociones activan primero la amígdala, parte del cerebro que detecta emociones y nos pone en alerta, ayudándonos a reaccionar rápido ante el peligro, pero que también puede dificultar pensar con claridad. Validarlas —reconocerlas y nombrarlas— es lo que permite que la corteza prefrontal entre en acción y podamos calmarnos.

Imagínate que estás a punto de entrar a una cita para un masaje relajante que te hace muchísima falta y, en el momento en que la señorita de recepción te dice que pases, te llaman por teléfono para pedirte algo sumamente urgente que impide que tomes tu tan deseado masaje. En tu cerebro, en ese momento, la amígdala percibe una injusticia o pérdida, generando un sentimiento de invalidación y frustración que te produce tensión.

Ahora recuerda a tu hijo jugando su videojuego favorito o construyendo un Lego que le costó mucho tiempo. Está emocionado, y de pronto su hermano lo tira o le dicen que debe parar para comer. Su cerebro reacciona igual que en el ejemplo del masaje, pero aún no está maduro para procesar, entender ni manejar las emociones que esto le provoca.

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El cerebro de los niños y adolescentes está en proceso de aprender a reconocer, nombrar y organizar sus emociones. No nacen sabiendo calmarse; necesitan un adulto que les modele cómo hacerlo, y ese adulto eres tú.

Cuando respiras profundo antes de reaccionar, cuando bajas la voz antes de gritar, estás mostrándole a tu hijo que es posible atravesar una tormenta emocional sin hundirse en ella. A esto se le llama co-regulación, y significa que tu regulación emocional se convierte en una brújula para el cerebro de tu hijo. Esto se construye con pequeños gestos diarios: primero mamá o papá se regulan, y poco a poco el niño y/o adolescente va aprendiendo a hacerlo solo. Es como si tu calma encendiera en su cerebro la ruta hacia la calma propia.

¿Si ya es adolescente y no he sido el mejor ejemplo de autorregulación, es demasiado tarde?

Aunque no hayas logrado enseñarle a autorregularse en la infancia, en la adolescencia todavía es posible enseñarlo con tu ejemplo, ya que el cerebro está en un proceso de reorganización y sigue desarrollándose. En esta etapa, el lóbulo prefrontal —encargado de controlar impulsos, organizarse y planificar— se conecta mejor con la amígdala, que procesa emociones intensas, lo que permite que los adolescentes reflexionen sobre sus sentimientos, los pausen y respondan conscientemente. Con guía y práctica, pueden aprender estrategias de autorregulación efectivas incluso si no lo hicieron antes.

Estrategias de autorregulación para mamás y papás

1. Respira antes de reaccionar.
Tres respiraciones profundas antes de hablar bajan la intensidad emocional y te permiten responder en vez de explotar.

2. Nombra tu emoción.
Decirte internamente: “me siento cansado”, “me siento frustrado” o “me siento enojado” reduce la intensidad de la emoción. Nombrar es empezar a domarla, y le enseña a tu hijo a reconocer y nombrar lo que siente.

3. Haz una pausa consciente.
Un minuto con ojos cerrados, sintiendo tus pies en el piso y observando tu respiración, ayuda a recuperar claridad mental. Este minuto de calma se traduce en minutos de serenidad para toda la familia.

4. Valida lo que siente tu hijo.
En lugar de “¡ya no llores!”, prueba con: “entiendo que te sientes enojado, estoy aquí contigo”. La validación calma el sistema nervioso del niño porque se siente comprendido.

Tus hijos aprenden mucho más de lo que ven que de lo que escuchan. Si te ven gritar, aprenden a gritar; si te ven respirar, aprenden a respirar.

Cuando mamá y papá practican la autorregulación, están sembrando en el cerebro infantil y adolescente un mapa emocional que les servirá toda su vida para manejar el estrés en la escuela y en cualquier lugar, resolver conflictos con sus hermanos y amigos, tomar mejores decisiones en la adolescencia y ser adultos con mayor inteligencia emocional.

Tu autorregulación es un regalo para toda la vida que impacta el presente y futuro de tus hijos.

La crianza no se trata de ser perfectos, sino de ser conscientes. Cada vez que eliges respirar en lugar de gritar, escuchar en lugar de reaccionar, estás mostrando a tu hijo un camino más sano para manejar sus emociones. Y sí, te vas a equivocar algunas veces y a perder la calma; cuando esto pase, habla después con tu hijo y explícale que no fue lo correcto, que te equivocaste, pero que, igual que él, estás aprendiendo a ser cada día mejor.

Si notas que te cuesta trabajo autorregularte, o que a pesar de tus esfuerzos tu hijo sigue teniendo dificultades para concentrarse, controlar sus impulsos o manejar su enojo, es posible que necesites un acompañamiento especializado. Recuerda que buscar apoyo es un acto de cuidado y amor, tanto para ti como para tu hijo.

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