Aparte de cargar con una gran culpa por el hecho de tener que ir a la oficina, (culpa entre miles que tenemos todas la mamás relacionadas a la maternidad), hay que aceptar que nos azotamos por todo y todo nos hace sentir mal.
Bueno, pues se acabó el permiso y hay que regresar a la “ofiz” y dejar a nuestro hijo encargado con una señora que ni nos cae bien pero al final nosotros elegimos. Siempre pasa, de toda la maravillosa guardería, a nuestro hijo le tocó con la “miss” mal encarada que seguro ni quiere ni trata bien a nuestro adorado hijo, pero con todo el dolor de nuestro corazón ahí paradas en la entrada estiramos los brazos y entregamos al bebé para el cuidado de esta bruja (la verdad la vemos como la bruja porque se queda con él, que es lo que nosotras quisiéramos estar haciendo).
Se cierra la puerta y nos quedamos ahí paradas llorando, ¡literal llorando! Y miente la que diga que el primer día no tuvo un nudo en la garganta, se le apachurró el corazón y se le salieron las lágrimas. Bueno, así me paso a mi. Después me fui triste a trabajar.
Al día siguiente se repite la historia, el bebé se va feliz y uno de nuevo con la cara larga a la “ofiz”. Así se repiten varios días hasta que descubre que es un patrón y ya no le gusta, se empieza a quejar y llora justo cuando vas a entregarlo a la maestra. Más dolor para nosotras y más frustración.
Empiezas a alucinar todo, que si no lo están cuidando bien, si no hace su siesta, si come bien, si el niño de a lado le hace la vida imposible y la verdad, la respuesta (la mayoría de las veces) es simplemente que te extraña. Así es señoras. Por favor no se sientan más culpables, es natural, nosotras mismas vivimos el duelo de la separación. ¿Por qué ellos no habrían de sentir lo mismo?
Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.
Pero para acabarla de amolar, a la tercera semana viene lo más duro, el bebé ya hasta te dice adiós porque aprendió la rutina y se divierte en la guardería. Tú te preguntas qué le estarán dando ahí, si son mejores que uno o si esa maestra está robando el cariño del hijo. Yo hasta la mirada fea y seria de mamá mala le hacía a la pobre maestra que ni culpa tenía de mi sufrimiento.
Y bueno, debo admitir que tuve la suerte de que mis dos hijos fueran a guarderíasy kinder muy lindos y tuvieran grandes maestras. A pesar de mis alucinaciones, paranoias con las misses y con los veinte mil virus con los que regresaban a casa (bueno esa es otra historia; la de las señoras que mandan a los hijos enfermos al cole, prometo que en mi siguiente post les cuento de esto), después de todo lo mal que lo pasé, sobrevivimos. Lo que quiero decirles es que no se preocupen de más, no se sientan culpables, a todas nos pasa. Muchas veces exageramos culpándonos por irnos a trabajar y no, no pasa nada. Son unas grandes mamás que aparte de cuidar a sus hijos maravillosamente se parten el lomo trabajando para apoyar con la economía familiar.
¡Yo las felicito!