La confusión empieza cuando en la tarde, nuestros hijos y nosotros salimos a pedir dulces a todos los vecinos. Ponemos nuestra cara más espeluznante y pedimos “Tricky, tricky halloween,quiero dulces para mi”. Los vecinos no tan felices abren la puerta y llenan la calaverita de varias golosinas. Admito que siempre estoy pendiente de lo que están regalando y no porque me encanten los dulces sino por la seguridad de mis hijos. ¡Ay si, ajá!
Así recorremos todas las puertas de los vecinos que amablemente nos abren y participan de esta costumbre tan gringa que ha invadido nuestro país –pobres de nosotros, arderemos en el infierno por ser tan superficiales- ok, no me quiero desviar del tema principal de este texto. La cosa es que termina la noche y tenemos la bolsas llenas de hartos caramelos y chucherías que hacen daño a nuestra salud.
Cómo no nos vamos a sentir confundidos como padres si sabemos que hacen daño, si nos encanta comer dulces y si nosotros llevamos a los críos de la mano a tocar cada puerta del vecindario. ¿Y ahora que hacemos? ¿Nos los comemos? ¿Los tiramos todos? ¿No volvemos a festejar el Halloween?
Yo que soy una mamá moderada, entiéndase: ni radical, ni barco, trato de buscar un punto medio para no amargarles la diversión. Siempre pienso “Quiero que mis hijos sean igual de felices como lo fui yo” pero mis papás me hacian muy feliz porque casi-casi me dejaban comerme todos los dulces que juntaba esa noche y yo la verdad no puedo hacer eso.
En el fondo si quiero dejar que mi hijo disfrute esos momentos, pero mi consciencia me habla y me detiene de estas locuras: “No Grace, no dejes que coma dulces, se le van a caer todos sus dientes” Luego me habla mi diablito interno: “Que mala onda eres con tus hijos Grace, déjalos comer algunos, al cabo que los dientes son de leche y no pasa nada” y así el debate entre la consciencia y el diablito. A veces dura días.
Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.
Es tortura pura, porque aparte mientras tengo estas discusiones mentales mis hijos me están pidiendo a gritos sus malditas chucherías. Insisten tanto que casi logran que ceda y les entregue el botín completo.
La verdad soy la peor mamá porque termino administrando los dulces como si fueran los últimos del planeta y nunca dejo que coman más de uno al día. Termina siendo un martirio para mis pobres niños.
Para el próximo año ya prometí que no habrá festejo para no pasar de nuevo por esta situación. Aunque en el fondo se que lo olvidaré y estaré igual de emocionada como si fuera la primera vez de nuevo.