No se trata de justificarlo todo, sino de entender lo que hay detrás de ciertas conductas. Cuando un niño no tiene las herramientas para procesar lo que siente, actúa desde la emoción. Y tú puedes ser su mejor guía.
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¿Qué quiere decir que un niño esté abrumado?
A los niños también los sobrepasan las emociones, el entorno, la rutina, los estímulos y hasta la falta de conexión con sus cuidadores. Su cerebro aún está en desarrollo y muchas veces no logra identificar lo que siente, mucho menos ponerlo en palabras. Entonces, lo expresa con el cuerpo: grita, llora, empuja o se desconecta por completo.
La terapeuta infantil Mona Delahooke, autora del libro Brain-Body Parenting, explica que muchas conductas “difíciles” en realidad son respuestas del sistema nervioso que está en modo alerta o defensa, no actos de rebeldía.
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Señales de que tu hijo está abrumado (y no malcriado)
- Explota “de la nada”. Llora, grita o hace berrinches sin un motivo claro.
- Reacciona de forma desproporcionada. Algo pequeño lo descoloca por completo.
- Está más irritable o sensible. Llora por cosas que antes no le afectaban.
- Se aísla. Evita jugar o interactuar, incluso contigo.
- Tiene cambios en el sueño o apetito. Puede dormir mal o comer menos.
- Se resiste a seguir rutinas. Vestirse, bañarse o ir a la escuela se vuelven batallas.
¿Qué hacer cuando tu hijo está abrumado?
1. Baja tu ritmo
Cuando tú también te calmas, tu hijo siente esa seguridad. No grites más fuerte que él ni intentes razonar en plena crisis. Respira, baja la voz y espera.
2. Conecta antes de corregir
Frases como “estás muy enojado, te entiendo” o “estoy aquí contigo” ayudan a que se sienta seguro. Después podrás hablar de lo que pasó.
3. Haz ajustes
Quizá necesita menos actividades en el día, más descanso o una rutina más predecible. A veces el entorno es el que debe cambiar, no el niño.
4. Sé constante, no perfecto
No siempre tendrás la paciencia ni la energía. Pero si lo acompañas desde la empatía la mayoría del tiempo, estarás construyendo un vínculo fuerte y seguro.