Es posible que al enfrentarte a una de las escenas te sientas desprotegida, atrapada y sometida a un niño que tiene la fuerza suficiente para sacarte de tu eje, estructura y buen ánimo, y a quien además no puedes dejar de amar y te corresponde educar.
¿Qué son?
En palabras sencillas son la no tolerancia a la frustración; esto significa que son la respuesta dada a ciertas circunstancias que nos impiden hacer lo que queremos.
Al crecer encontramos maneras diferentes de expresar lo que no nos agrada, ya que la madurez y las experiencias que tengamos nos permiten asimilar los desacuerdos de una forma más apropiada y menos evidente.
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Ten en cuenta que él se encuentra en ese proceso y apenas está aprendiendo a manejar sus enojos. Además, el medio ahora le exige adaptarse a la vida adulta, lo cual no es un fácil y más bien abrumador.
¡Ven acá!
Es la frase de muchos padres ante los caprichos y travesuras infantiles. Sin duda, alguna vez habrás visto al tuyo como la fuente de tus dolores de cabeza y has sentido que no te comprende, no obstante la pregunta es: ¿lo entiendes tú?
Casi siempre al tratar el tema de las rabietas, se habla de cómo calmarlos y qué decirle, sin embargo, no es posible empatizar con tu hijo si no existe una revisión acerca de tu papel en la situación.
No pretendas solucionar a los tres, cuatro o seis años una serie de actitudes y acciones inapropiadas que tienen su origen en el pasado, cuando existieron concesiones a los malos comportamientos porque “era muy pequeño”.
Si eres neutral, observarás que muchas de las palabras y los gestos que hace en ese lapso de descontrol son tuyos. Recuerda cuando vas con él y te observa discutir con el mesero o hasta gritar y ofender en el tránsito, la fila del cine, el súper, etcétera.
Asume tu responsabilidad
No pidas que respete, se controle o tranquilice si tú no sabes hacerlo. Los padres enseñan con el ejemplo y los pequeños aprenden por imitación.
Es cierto que la vida es difícil, la ciudad complicada y el trabajo puede ser agotador, pero respira y reconoce que tienes la posibilidad de enseñar algo más que el caos.
¿Vale la pena?
Debes cuestionarte si eso que demanda o quiere hacer de verdad es tan importante como para armar un lío. Esto no significa que seas permisiva, sino que pongas atención a fin de no entrar en conflictos de poder.
¿En verdad le afecta no comer hoy sopa de verduras y preferir una hamburguesa? ¿Es tan malo que no desee ponerse la corbata que le compraste? Pregúntate hasta dónde el empecinamiento es más tuyo que de él y qué tanto colaboraste para que culminara en pleito.
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