Desde que son muy pequeños, usan las vocales y las consonantes juntas y hacen sonidos como “ga-ga-ga” o “da-da-da”, experimentando con sonidos y con lo interesante que resulta usar su boca. En medio de todo lo que repiten, pueden decir “pa-pa” y seguirlo haciendo, pues notan las reacciones de sus padres.
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Antes de que explotes de orgullo, debes estar consciente de que aunque tu hijo repita constantemente algo que tiene un significado importante, quizá no tenga idea de lo que te entusiasma. Si llama “pa-pa” a la cuchara, y después se refiere así al gato, no está diciendo “papá” sino “cosa”, usándola como algo genérico.
Una vez que diga “pa-pa” para referirse a ti, disfrutará tanto de la asociación de la palabra contigo que probablemente llame así a todos los hombres que vea en la calle, lo que también puede resultar desconcertante, pero hace sentido para él pues le funcionará como “hombre” o “persona”.
Puede que por algunos meses –y pese a todos los intentos– también llame “papá” a tu pareja pero, cuando finalmente aprenda a decir “mamá”, estará tan contento que tal vez ahora seas tú quien también reciba ese nombre.
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