La respuesta corta es no. Más juguetes no siempre significan más aprendizaje. De hecho, en muchos casos ocurre lo contrario.
Menos juguetes, más enfoque
Diversos estudios muestran que cuando un niño tiene demasiados juguetes disponibles, su cerebro se dispersa. Le cuesta concentrarse, profundizar en el juego y sostener la atención por más tiempo.
Un estudio publicado en Infant Behavior and Development observó que niños pequeños jugaban mejor y por más tiempo cuando tenían menos juguetes a la vista. Exploraban más, usaban su imaginación y se frustraban menos.
En cambio, frente a demasiadas opciones, el cerebro infantil entra en “modo escaneo”. Salta de un objeto a otro sin involucrarse del todo. Esto no es falta de interés, es sobreestimulación.
El cerebro infantil y la sobrecarga
El cerebro de niñas y niños pequeños aún está en desarrollo. Las funciones ejecutivas, como la atención, la planificación y el autocontrol, maduran con el tiempo.
Cuando hay exceso de estímulos, el cerebro trabaja de más para filtrar información. Esto puede generar cansancio mental, irritabilidad y menor calidad de juego.
Además, el juego profundo es clave para el desarrollo cognitivo. Es ahí donde se fortalecen habilidades como la creatividad, la resolución de problemas y el lenguaje.
Juguetes simples, juegos más ricos
La neurociencia también señala algo importante: los juguetes más simples suelen ser los más poderosos.
Bloques, muñecos sin funciones electrónicas, pelotas o materiales abiertos permiten que el cerebro cree historias. No dictan cómo jugar. Dejan espacio para imaginar.
Por el contrario, muchos juguetes electrónicos guían cada paso. Luces, sonidos y botones reducen la necesidad de inventar. El niño recibe, pero crea menos.
¿Cuántos juguetes son suficientes?
No existe un número mágico. Sin embargo, los expertos coinciden en que menos es mejor si están bien elegidos.
Una estrategia útil es la rotación de juguetes. Guardas algunos y dejas otros disponibles. Cada cierto tiempo los cambias. Así, el cerebro percibe novedad sin saturación.
También ayuda observar cómo juega tu hijo. Si repite, explora y se involucra, vas por buen camino.
El vínculo importa más que el objeto
Por último, la neurociencia es clara: lo que más estimula el cerebro infantil no es el juguete, sino la interacción.
Jugar contigo, conversar, inventar historias o simplemente compartir tiempo activa más conexiones neuronales que cualquier objeto nuevo.
