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“Es que me cela porque me quiere”, me dijo una adolescente en consulta hace unos meses. Estaba hablando de su novio. En su cara no había duda ni miedo: había ilusión. Y esa frase, que escuchamos tan seguido en consulta, me sigue estremeciendo. En México, 7 de cada 10 adolescentes han vivido algún tipo de violencia en una relación. La mayoría no lo reconoce porque crecieron con la idea de que si tu pareja te cela, te controla o te limita, es porque “te quiere de verdad”.
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Desde mi experiencia como psicóloga clínica especializada en niños y adolescentes, quiero invitarte a reflexionar sobre este tema urgente. Porque la violencia en el noviazgo sí existe, sí deja huella y sí puede prevenirse si nos atrevemos a hablar claro y a formar familias más conscientes.
¿Cómo empieza la violencia en el noviazgo?
La mayoría de los padres piensan que sabrán detectarla… cuando haya un golpe. Pero la violencia rara vez empieza así. Casi siempre comienza con frases como:


- “No me gusta que hables con él”
- “Te ves mejor si no te maquillas”
- “Mándame tu ubicación todo el día”
- “Si me dejas, me mato”
Pequeños controles disfrazados de cuidado. Chantajes emocionales. Celos que se confunden con interés. Comentarios que van minando la autoestima, la autonomía y la capacidad de decidir. Lo más preocupante es que estas conductas muchas veces se romantizan. A mis pacientes les cuesta mucho trabajo distinguir entre límites sanos y manipulación. Y no es su culpa. Nadie les enseñó a amar sin lastimar o dejarse lastimar.
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¿Por qué no se dan cuenta?
Porque para ellas (y ellos), el amor tóxico es lo normal. Crecieron viendo parejas disfuncionales a su alrededor. Recibieron mensajes como: “Si no te cela, no te quiere” o “el amor todo lo puede”. Y en redes sociales, muchos influencers refuerzan la idea de que los celos son pasionales y el control es una forma de demostrar amor.
También están en una etapa donde están definiendo su identidad, donde la aceptación y pertenencia importan muchísimo. El miedo a estar solas o a no sentirse amadas las hace tolerar cosas que jamás deberían aceptar.
¿Cómo lo viven?
Muchos adolescentes viven violencia en silencio. Algunas señales de alarma que vemos en consulta:
- Cambios bruscos en su forma de vestir o comportarse
- Aislamiento de amistades y familia
- Miedo a decir algo que “moleste” a su pareja
- Ansiedad al recibir mensajes o llamadas
- Culpabilidad constante
- Justificación del maltrato (“Es que estaba enojado”, “Yo lo provoqué”)
Y cuando por fin hablan, suele haber una mezcla de miedo, vergüenza y confusión. “¿Estoy exagerando?”, me preguntan. Y no, no lo están. Solo que durante años, se nos ha enseñado a tolerar el dolor emocional como parte del amor.
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¿Qué podemos hacer como adultos?
Este no es solo un problema de adolescentes. Es un problema de toda la sociedad. Y empieza en casa. Aquí algunas acciones concretas que pueden hacer la diferencia:
1. Modela relaciones sanas
Nuestros hijos aprenden más por lo que ven que por lo que les decimos. Si ven respeto, límites claros, comunicación empática y autonomía en tu relación, aprenderán lo que merece ser normal.
2. Cuestiona el discurso romántico
Frases como “el amor lo puede todo” o “los que se pelean, se desean” refuerzan relaciones violentas. Enseña que el amor no duele, no controla, no limita.
3. Habla sobre emociones y límites
No des por sentado que tu hija o hijo “ya sabe” que es la violencia en noviazgo adolescente y cómo se ve. Hay que hablar del consentimiento, del derecho a decir “no”, de la importancia de poner límites incluso
cuando se está enamorado.
4. Escucha sin juzgar
Cuando una adolescente te cuenta algo que le preocupa de su relación, no minimices. No le digas “eso no es nada” o “ya se te pasará”. Escucha con empatía y valida sus emociones.
5. Busca apoyo profesional
Si notas señales de alerta o tu hija/o está atrapado en una relación dañina, no tengas miedo de pedir ayuda. Acompañar con amor también significa saber cuándo intervenir.
Familias: el amor bonito sí existe… pero se enseña. La violencia en el noviazgo adolescente no es “cosa de la edad” ni “dramas adolescentes”. Es una realidad seria que deja heridas profundas y que puede marcar la forma en que se vinculan de por vida.
Como adultos, podemos sembrar algo distinto. Podemos formar familias donde el amor no duela, donde haya respeto, autonomía, confianza y seguridad emocional. Porque el amor bonito no se encuentra. Se aprende. Se construye. Se enseña.