Una buena relación con tu hijo adolescente es clave para su futuro
**REPRODUCIR EN EL REPRODUCTOR
- Antes de abrir la boca, observa su estado de ánimo. Observa gestos, su mirada, su lenguaje corporal, su tono de voz o sus silencios. Esto para que tengas una idea de lo que se viene a continuación.
- No sermonees o impartas conferencias no solicitadas. Escucha el doble de lo que hablas. Evita que tu hijo adolescente entre en “modo avión” o “modo vuelo”, donde estará de cuerpo presente.
- Ten una idea clara del mensaje que deseas transmitir. No divagues, ni seas “histórica(o)”, sacando a la luz cosas que no están relacionadas o que ocurrieron hace mucho tiempo. No regañes “retroactivamente”.
- Cuando ocurra algo malo o incluso peligroso, antes de regañar o gritar: pregúntale si está bien o si lo puedes ayudar. Esto no significa que no lo corregirás, sino que dejas en claro tu prioridad de su bienestar, antes que “tener la razón”.

Shhh… La guía definitiva para enseñarle a tu bebé a dormir


- Dile estando a solas: “Cuéntame lo que pasó, quiero conocer tu versión, quiero entender qué pasó”. Escucha a tu hijo adolescente sin interrumpir hasta que realmente entiendas lo que pasó. Sea lo que sea, diga lo que diga, escucha hasta que termine.
- Aplica la primera de las 4 erres: R1- Reconocer.
Si intentas que corrija su conducta, primero tiene que reconocer que actuó de forma inaceptable, de otra forma ¿qué va a corregir?
Para llegar al reconocimiento deberás atravesar por varias etapas:
Negación: “Yo no hice nada”, “___ no es grosería”, “Se tropezó sólo”.
Persiste hasta que lo acepte, si lo sigue negando, aplica una consecuencia proporcional y dale la oportunidad de hablar al respecto después.
Justificación externa: “le pegué porque él me empujó”, “le jalé el resorte del brassier porque ella lo enseñó”… ya es un avance que admita su conducta aunque culpe a otros que “hicieron algo y tuvo que hacerlo”.
Para que superen este mecanismo, pregunta a tu hijo adolescente “¿qué fue lo que TÚ hiciste?”. No empieces con él o ella, empieza por YO. Repite la pregunta hasta que responda empezando por YO: “Le dije a Susana que apestaba”, “Le pegué a Raúl en la boca”.
Minimización: “No le pegué tan fuerte”, “no fue para tanto”, “a ella le gusta que le digan así”. Es la siguiente línea de defensa: minimizar o que hicieron. No aceptes “pero yo sólo le…”, “fue sin querer”, “no la lastimé porque ni lloró”
No aceptes minimizaciones: “¿Qué insulto dijiste?”, “”la golpeaste?”
Ejemplo: “Toqué a Laura”, “¿Dónde la tocaste?”, “¿en la parte de arriba del cuerpo?”, “sé más específico”, “le toqué el pecho”.
Aceptación de responsabilidad:
¿Qué hiciste?
¿Qué estuvo mal de lo que hiciste?
¿Qué trataste de lograr o evitar con esa conducta?
¿Qué puedes hacer para reparar o compensar el daño?
R-2. Reparar
R-3. Resarcir
¿La próxima vez que tengas ese problema cómo lo puedes resolver sin actuar así? ¿qué vas a hacer para esto no vuelva a suceder?
O ¿qué aprendiste de esto?
R-4. Reflexionar
Todo lo anterior no lo exime de que apliques una consecuencia proporcional, relacionada, y reparadora.
- No permitas insultos, ni malos tratos. Por supuesto, tú tampoco insultes ni maltrates, ni física ni emocionalmente.
- Una vez pasada la tormenta, intenta restablecer la comunicación con tu hijo adolescente en aspectos cotidianos, sin exagerar, y dejando en claro que así funcionan las cosas en casa.
- Nunca pierdas la fe en tu hija o hijo. Los adolescentes están a un adulto tolerante y firme de distancia, para ser jóvenes de bien, productivos y sociables. No dejes de creer en ellos. No renuncies, ni “tires la toalla”.
- Lucha por su amor, incluso cuando sientas que no desean estar contigo. No seas asfixiante, ni empalagoso, pero sí alguien interesado y presente para escuchar. Valorará tu presencia y disposición, con el tiempo.