Una buena relación con tu hijo adolescente es clave para su futuro
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- Antes de abrir la boca, observa su estado de ánimo. Observa gestos, su mirada, su lenguaje corporal, su tono de voz o sus silencios. Esto para que tengas una idea de lo que se viene a continuación.
- No sermonees o impartas conferencias no solicitadas. Escucha el doble de lo que hablas. Evita que tu hijo adolescente entre en “modo avión” o “modo vuelo”, donde estará de cuerpo presente.
- Ten una idea clara del mensaje que deseas transmitir. No divagues, ni seas “histórica(o)”, sacando a la luz cosas que no están relacionadas o que ocurrieron hace mucho tiempo. No regañes “retroactivamente”.
- Cuando ocurra algo malo o incluso peligroso, antes de regañar o gritar: pregúntale si está bien o si lo puedes ayudar. Esto no significa que no lo corregirás, sino que dejas en claro tu prioridad de su bienestar, antes que “tener la razón”.
Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.
- Dile estando a solas: “Cuéntame lo que pasó, quiero conocer tu versión, quiero entender qué pasó”. Escucha a tu hijo adolescente sin interrumpir hasta que realmente entiendas lo que pasó. Sea lo que sea, diga lo que diga, escucha hasta que termine.
- Aplica la primera de las 4 erres: R1- Reconocer.
Si intentas que corrija su conducta, primero tiene que reconocer que actuó de forma inaceptable, de otra forma ¿qué va a corregir?
Para llegar al reconocimiento deberás atravesar por varias etapas:
Negación: “Yo no hice nada”, “___ no es grosería”, “Se tropezó sólo”.
Persiste hasta que lo acepte, si lo sigue negando, aplica una consecuencia proporcional y dale la oportunidad de hablar al respecto después.
Justificación externa: “le pegué porque él me empujó”, “le jalé el resorte del brassier porque ella lo enseñó”… ya es un avance que admita su conducta aunque culpe a otros que “hicieron algo y tuvo que hacerlo”.
Para que superen este mecanismo, pregunta a tu hijo adolescente “¿qué fue lo que TÚ hiciste?”. No empieces con él o ella, empieza por YO. Repite la pregunta hasta que responda empezando por YO: “Le dije a Susana que apestaba”, “Le pegué a Raúl en la boca”.
Minimización: “No le pegué tan fuerte”, “no fue para tanto”, “a ella le gusta que le digan así”. Es la siguiente línea de defensa: minimizar o que hicieron. No aceptes “pero yo sólo le…”, “fue sin querer”, “no la lastimé porque ni lloró”
No aceptes minimizaciones: “¿Qué insulto dijiste?”, “”la golpeaste?”
Ejemplo: “Toqué a Laura”, “¿Dónde la tocaste?”, “¿en la parte de arriba del cuerpo?”, “sé más específico”, “le toqué el pecho”.
Aceptación de responsabilidad:
¿Qué hiciste?
¿Qué estuvo mal de lo que hiciste?
¿Qué trataste de lograr o evitar con esa conducta?
¿Qué puedes hacer para reparar o compensar el daño?
R-2. Reparar
R-3. Resarcir
¿La próxima vez que tengas ese problema cómo lo puedes resolver sin actuar así? ¿qué vas a hacer para esto no vuelva a suceder?
O ¿qué aprendiste de esto?
R-4. Reflexionar
Todo lo anterior no lo exime de que apliques una consecuencia proporcional, relacionada, y reparadora.
- No permitas insultos, ni malos tratos. Por supuesto, tú tampoco insultes ni maltrates, ni física ni emocionalmente.
- Una vez pasada la tormenta, intenta restablecer la comunicación con tu hijo adolescente en aspectos cotidianos, sin exagerar, y dejando en claro que así funcionan las cosas en casa.
- Nunca pierdas la fe en tu hija o hijo. Los adolescentes están a un adulto tolerante y firme de distancia, para ser jóvenes de bien, productivos y sociables. No dejes de creer en ellos. No renuncies, ni “tires la toalla”.
- Lucha por su amor, incluso cuando sientas que no desean estar contigo. No seas asfixiante, ni empalagoso, pero sí alguien interesado y presente para escuchar. Valorará tu presencia y disposición, con el tiempo.