A nivel cerebral, la falta de sueño interfiere con la consolidación de la memoria, la atención y la capacidad de regular emociones. Por eso, después de varias noches malas, es común ver más irritabilidad, reacciones exageradas o dificultad para concentrarse. No se trata de mala conducta, sino de un cerebro agotado.
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Consecuencias de dormir mal en niños
Durante el sueño se regulan hormonas clave para el crecimiento, el estrés y el apetito. Cuando el descanso es insuficiente, aumenta el cortisol y se altera la producción de hormona de crecimiento. Con el tiempo, esto puede afectar el sistema inmunológico y el equilibrio emocional.
Aunque muchas familias intentan “compensar” durmiendo más el fin de semana, el cuerpo infantil necesita regularidad. Los cambios constantes de horario dificultan que el sistema nervioso se estabilice.
Mantener rutinas predecibles, reducir pantallas antes de dormir y observar señales persistentes de cansancio es fundamental. Si el mal dormir se prolonga, consultar con un profesional no es exagerado, es preventivo.
Fuentes: American Academy of Pediatrics; National Sleep Foundation; CDC.
