El duelo suele intensificarse en momentos simbólicos porque funcionan como recordatorios emocionales. Comparan el presente con lo que ya no está, con lo que cambió o con lo que no fue. Además, existe una presión implícita por estar bien, agradecer y disfrutar, lo que deja poco espacio para emociones incómodas. Esa contradicción suele vivirse en silencio.
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No todo duelo tiene que ver con la muerte
Existe duelo por la pérdida de una persona, pero también por vínculos que se transformaron, etapas que terminaron, maternidades imaginadas o familias que no se dieron como se esperaba. Estos duelos suelen minimizarse, aunque el cuerpo y la mente los procesan de la misma manera.
Cuando aparece tristeza en una fecha feliz, lo más útil es nombrarla sin juzgarla. Reconocer que es duelo ayuda a bajar la culpa y a dejar de forzarse a sentir algo distinto. Ajustar expectativas también es clave. No todo momento tiene que ser disfrutable para ser válido.
El duelo no arruina la celebración ni invalida lo que sí existe. Puede convivir con la risa, con el agradecimiento y con la presencia. Sentir ambas cosas al mismo tiempo también es una forma de salud emocional.
Fuentes: APA; Harvard Health Publishing; Worden, Grief Counseling and Grief Therapy.
