En espacios donde el agua no circula bien —como albercas o playas con mucha gente— pueden acumularse bacterias y hongos. La humedad constante favorece que estos microorganismos entren al oído y provoquen infecciones. A eso se le llama otitis externa, una de las más comunes durante el periodo vacacional. Suele aparecer con dolor —a veces leve, a veces intenso— y en la mayoría de los casos se controla con gotas antibióticas. Sin embargo, como en cualquier problema de salud, algunos cuadros pueden complicarse o volverse recurrentes. Por eso, después de nadar, ayuda muchísimo enjuagar los oídos con agua limpia en la regadera y secar solo la parte externa con una toalla. Es un hábito simple que puede reducir el riesgo de infección.
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Algo importante: muchos papás intentan limpiar los oídos con hisopos al salir del agua, pero estos solo empujan la cera hacia adentro. Esto puede tapar aún más el canal auditivo y favorecer una infección. Lo ideal es no introducir nada, solo secar la parte externa y permitir que el oído siga haciendo su trabajo natural.
Si tu hijo se queda con la sensación de “oído tapado”, basta con inclinar ligeramente la cabeza hacia un lado o dar pequeños saltitos. Nada de objetos para “desatorar”, y si la molestia no cede, es mejor que lo revise un especialista.
Otro punto a considerar es el clásico juego de lanzarse a la alberca. Es divertido, claro, pero conviene enseñarles a evitar empujones o caídas bruscas. Un mal golpe con entrada lateral del agua puede lastimar e incluso perforar el tímpano.
Al final, no se trata de limitar la diversión, sino de acompañarla con medidas simples para que las vacaciones sean puro disfrute… sin dolor de oído incluido.
¿Qué pasa con el viaje en avión?
Cuando el viaje es en avión, los cambios de presión durante el despegue y sobre todo en el aterrizaje suelen incomodar a los niños, especialmente si están congestionados. Tomar agua, bostezar, masticar o chupar algo ayuda a que el oído se adapte mejor. Si el resfriado es fuerte, conviene valorar si es posible posponer el viaje.
Por otra parte, las vacaciones suelen estar llenas de ferias, conciertos o pirotecnia, y el oído infantil es muy sensible al ruido fuerte; por eso, es recomendable evitar que los niños estén cerca de bocinas o fuegos artificiales y, si el ambiente será ruidoso, usar protectores auditivos especiales para ellos.
Los cambios de clima, los viajes y el uso constante del aire acondicionado pueden favorecer resfriados que, a menudo, terminan en otitis media. Abrigar bien a los niños, evitar cambios bruscos de temperatura y atender la congestión nasal son medidas sencillas que ayudan a prevenir estas molestias.
Por último, a veces, la curiosidad o un descuido pueden hacer que arena, piedritas o juguetes pequeños terminen dentro del oído. En esos casos, lo más prudente es no intentar retirarlos en casa y acudir a un otorrinolaringólogo para evitar lesiones.
Algunas recomendaciones, en resumen:
- Evitar sumergirse en aguas con poca higiene o potencialmente contaminados.
- Después de nadar, secar cuidadosamente los oídos con una toalla limpia. Es importante inclinar la cabeza para facilitar la salida del agua y evitar introducir hisopos u otros objetos que puedan irritar el conducto auditivo y provocar infecciones.
- No introducir ningún objeto en los oídos si se perciben tapados o con molestias.
- Moderar la exposición al ruido elevado, conciertos, festivales o zonas muy concurridas durante las vacaciones. Conviene utilizar protección auditiva, como tapones o auriculares con cancelación de ruido.
- Evitar viajar en avión cuando se está resfriado, ya que la congestión puede impedir la correcta regulación de la presión en el oído y provocar lesiones.
Identificar y diagnosticar a tiempo cualquier alteración en el oído resulta fundamental para atenderla desde el principio y prevenir una posible disminución de la audición.
