El cerebro, las hormonas y las emociones están en plena transformación, mientras ellos intentan entender quiénes son, nosotros necesitamos aprender a acompañar sin sobreproteger, escuchar sin juzgar y contener sin controlar.
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Lo que sí es normal
Durante la adolescencia, el cerebro sigue madurando y ajustando las áreas que regulan el autocontrol, la empatía y la toma de decisiones, es normal que sus emociones cambien de un momento a otro, que sean más sensibles o que busquen más independencia.
En esta etapa suelen aparecer:
- Cambios emocionales, pasan rápido de la risa al enojo o la tristeza
- Comienza la necesidad de espacio y privacidad
- Tienen más sensibilidad ante críticas o comparaciones
- Están en busca de su propia identidad y cuestionan las normas
- Se crean momentos de inseguridad o dudas sobre su apariencia o sus capacidades
Todo esto forma parte del proceso de madurar. Aunque no siempre sea fácil de manejar, es una señal de que su mundo se está acomodando.
Lo que ya no es tan normal
Los cambios emocionales son esperables, pero hay límites que no hay que pasar por alto, cuando el malestar se vuelve constante o empieza a afectar su vida diaria, puede ser una señal de alerta.
Algunas señales pueden ser:
- Cuando se aíslan totalmente o evitan toda convivencia.
- Se muestra triste o desmotivado por varias semanas.
- Pierde interés en actividades que antes disfrutaba.
- Tiene cambios drásticos en el sueño o el apetito.
- Se irrita con frecuencia o muestra demasiado enojo..
- Expresa pensamientos negativos sobre sí mismo o sobre la vida
No se trata de etiquetar cada tristeza como depresión, pero sí de tomar en serio los cambios emocionales que no desaparecen con el tiempo.
Cómo podemos acompañarlos
Los adolescentes no necesitan padres perfectos, sino presentes y tranquilos, aunque a veces no lo parezca, todavía te escuchan y te observan.
Algunas formas de acompañar sus emociones sin perder la calma:
- Escucha sin juzgarlos, a veces no buscan soluciones, solo sentirse comprendidos.
- Frases como “te entiendo” o “me imagino que eso fue difícil” pueden calmar más que una plática larga que en ese momento no valorarán..
- No minimices lo que sienten, lo que para ti puede parecer exagerado, para ellos puede ser su mundo entero.
- Pon límites con empatía, los adolescentes necesitan estructura, pero también respeto. Decir “no” con cariño es más efectivo que hacerlo con enojo y explica la razón del “no”.
- Fomenta hábitos que cuiden su salud, dormir bien, comer de forma equilibrada y mantener rutinas saludables influye directamente en su estabilidad emocional.
- Da el ejemplo, los hijos aprenden cómo manejar sus emociones al ver cómo tú manejas las tuyas. Mostrar calma, pedir disculpas o expresar frustración sin gritar también educa.
