Entre los 6 y 12 años, los cambios se dan principalmente en el cerebro, no en las hormonas. Eso significa que tu hijo está aprendiendo a pensar con más lógica, a organizar ideas y a reflexionar sobre sus emociones.
La infancia intermedia
Algunos investigadores llaman a esta etapa “pubertad de los dientes flojos”. No es un término médico, pero refleja muy bien lo que pasa: un periodo de transición en el que tu hijo empieza a transformarse poco a poco, aunque todavía no veas señales de adolescencia.
Aquí se despierta algo muy valioso: las amistades recíprocas. Según Simone Dobbelaar, investigadora de la Universidad de Leiden, es la edad en la que los niños empiezan a elegir amigos por intereses compartidos y no solo porque “están en el mismo salón”.
Cambios que notarás en tu hijo en esta etapa
- Entiende mejor lo que sienten los demás.
- Aprende a ponerse en el lugar de otra persona.
- Se enfrenta a frustraciones más grandes (y necesita apoyo para manejarlas).
- Desarrolla un pensamiento más crítico y reflexivo.
Son años en los que la empatía, la autoestima y la capacidad de resolver conflictos empiezan a tomar forma.
Cómo acompañarlo para que esta etapa no sea olvidada
- Fomenta amistades sanas. Actividades en equipo, deportes o juegos de mesa ayudan a practicar la cooperación.
- Da responsabilidades claras. Pequeñas tareas en casa refuerzan su autonomía y confianza.
- Hablen mucho. Conversar sobre lo que pasa en la escuela o lo que ve en la tele le ayuda a procesar emociones y a formar criterio.
- Ofrece espacios creativos. Música, arte o escritura son formas de expresar lo que siente.
Ignorar la infancia intermedia sería un error. Aquí se hacen las bases de la adolescencia y de la vida adulta. La forma en la que tu hijo aprenda a relacionarse, a manejar emociones y a confiar en sí mismo dependerá en gran parte de estos años.

