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No es el fin del mundo… es otra etapa
La infancia tiene momentos predecibles. Los niños pequeños necesitan rutinas, afecto visible, juegos. Los adolescentes necesitan espacio, contradicción, su propio lenguaje. Y eso a veces se siente como si dejaran de quererte. Pero no. Sólo están aprendiendo a quererte distinto.
De hecho, muchas veces lo que te están pidiendo es una nueva forma de conexión:
- “¿Me llevas al centro comercial?” (aunque no te hablen en el camino)
- “¿Me ayudas con esto del celular?” (aunque no te den las gracias)
- “¿Me das dinero para ir al cine?” (aunque no te inviten)
Suena seco, pero si miras bien… ahí siguen buscando tu presencia. A su manera.
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- Ya no quieren cuentos antes de dormir, pero se desvelan contándote un drama de la escuela.
- Ya no te abrazan en público, pero sí te esperan para cenar.
- Ya no te dicen “mamá, mírame”, pero te mandan un TikTok que “te va a encantar”.
¿Qué puedes hacer con este duelo?
- Reconócelo sin culpa. No es egoísta echar de menos esa versión de tu familia.
- No trates de forzar lo de antes. Si ya no quieren planes “de niños”, no significa que ya no quieren planes contigo. Solo hay que encontrar otros.
- Haz espacio para lo nuevo. Quizás hoy no hay maratón de pelis, pero sí una plática sobre la serie que ven solos.
- Sé paciente. Van y vienen. Algunos días quieren estar contigo, otros no. Es parte del proceso.
- No lo tomes personal. Aunque se alejen, tu lugar en su vida sigue siendo clave.
Ya no son una familia de princesas, juguetes que hablan y canciones pegajosas. Ahora son una que escucha música diferente, se manda memes y tal vez discute más… pero también se conoce más a fondo.
El desafío no es mantener la misma forma de conexión, sino encontrar nuevas formas de quererse en cada etapa. Porque sí: el amor de familia madura, pero no desaparece.
