¿Alguna vez te han invitado a una cena en casa de amigos, pero justo antes, la pareja de anfitriones acaba de tener una pelea y, aunque te reciben con una sonrisa, tú sientes que algo no está bien? Ahora imagina lo que sienten los hijos cuando en casa pasa algo parecido… Esto es lo que pasa en el cerebro del bebé y del niño cuando hay estrés.
Una conexión única
Como padres, tenemos una conexión muy especial con nuestros hijos, casi como un Bluetooth. Aunque tratemos de ocultar nuestra incomodidad o estrés, ellos perciben nuestras emociones. Nuestro estrés genera estrés en ellos, nuestros conflictos de pareja, aunque no los escuchen o vean, les provocan ansiedad e incertidumbre. Y si lo presencian, esto puede ser aún más intenso. Además, cuando estamos demasiado pendientes del celular y no les damos la atención que necesitan, sienten abandono, soledad y que no son vistos. Si alguna de estas situaciones se repite con frecuencia, se puede generar lo que se conoce como “estrés tóxico”.
Qué pasa en el cerebro del bebé y del niño cuando hay estrés
El estrés tóxico ocurre cuando el estrés se vuelve constante, provocando una liberación continua de cortisol, la hormona del estrés, que causa inflamación. El cortisol es dañino para todos, pero la diferencia es que, mientras que en los adultos puede manifestarse en enfermedades como colitis, gastritis, hipertensión o dolores de cabeza, en los niños impacta su desarrollo cerebral, alterando su estructura y funcionamiento, lo que repercute en su capacidad para aprender, planificar, organizar, tomar decisiones y regular sus emociones.
¿Sabías que, según la Universidad de Harvard, la predisposición a la violencia se establece principalmente cuando un bebé o niño sufre maltrato o abandono entre los 0 y los 3 años?
El estrés tóxico suele darse en situaciones como:
- Embarazo no deseado.
- Violencia intrafamiliar (por ejemplo, padres que pelean constantemente).
- Falta de mirada (cuando papás y mamás están demasiado pendientes del celular o del trabajo y no dedican tiempo a sus hijos).
- Falta de empatía (no responder a las necesidades básicas del niño, como dejarlo llorar pensando que está aprendiendo a «tomar la medida»).
- Amenazas de abandono (como decirles que los van a mandar a un internado o condicionar el amor en función de su comportamiento).
- Disciplina violenta (gritos o nalgadas).
La violencia intrafamiliar puede desencadenar en los padres problemas como depresión, ansiedad y niveles altos de estrés, lo que puede llevarlos a dar una atención de menor calidad a sus hijos.
Un ambiente amoroso y tranquilo contribuye no solo al desarrollo emocional de tu hijo, sino también a su desarrollo cognitivo, mejorando su capacidad para empatizar, adaptarse y autorregularse en el futuro.

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Al aprender a manejar tu enojo, a resolver los conflictos de pareja de manera saludable y a reducir el tiempo frente a las pantallas, estás protegiendo el desarrollo del cerebro de tu hijo.