México ocupa el lugar 1o con mayor casos de bullying en el mundo.
Es común escuchar que un niño acosado o víctima de bullying es quien termina yéndose de la escuela o a quien no le dan posibilidad de reinscribirse y que el agresor se quede, probablemente buscando a su nueva víctima.
No todas las víctimas de bullying son tímidos, callados, introvertidos, faltos de autoconfianza y apartados o solitarios.
Pero, un niño acosado puede tener estas características:
- dificultades en “algunas” de las habilidades sociales
- problemas con las habilidades de auto afirmación relacionadas con procedimientos defensivos (capacidad de autodefenderse).
- complicaciones en habilidades sociales de comportamientos efectivos y adecuados para relacionarse con otras personas y situaciones.
- tienen mucha empatía
- falta de malicia
- extrema nobleza
El problema está, principalmente, cuando el niño acosado (que no parece el débil y no es solitario) rebasa el límite de la paciencia y un día decide defenderse, pues esta falta de habilidades sociales en muchas ocasiones hace que quien lo agredió siempre, ahora parezca la víctima.
Cómo es un niño que hace bullying
Los niños bully poseen las habilidades suficientes para encontrar el lugar y momento adecuados para hostigar a su víctima sin que los adultos los identifiquen.
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Sin embargo, el perfil de un niño acosado alcanza su límite de paciencia y se defiende desde su falta de habilidades sociales, reaccionando de forma impulsiva, en cualquier lugar y momento, normalmente rodeados de compañeros y adultos y es aquí cuando el agresor aprovecha para cambiar a la víctima.
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Para ese momento, el adulto identifica e interpreta el intento de autoprotección del agredido como una agresión al no tener el contexto completo de la situación.
Normalmente este niño recibe una fuerte consecuencia y es aquí donde las pocas capacidades de defensa salen a la luz, pues lleva tiempo guardando silencio o sin expresar lo que ha pasado.
Estas situaciones empoderan al agresor y debilitan aún más la capacidad de desarrollar la habilidad de defensa positiva del agredido.
Y es que, ellos aprenden que defenderse es peor que quedarse callados o al estar aún su identidad en formación y estar hartos de vivir estas situaciones se compran la idea de que son malos o agresivos.
El rol de los adultos
Por otro lado, los adultos no siempre identifican lo que sucede y normalmente no dan la guía correcta, lo cual lleva a consecuencias que terminan en la violencia infantil. Para el momento en que un niño acosado pide ayuda, ya va a ser visto como atacante.
Cuando en realidad lo que más necesita es fortalecer su autoestima, seguridad y desarrollar herramientas socio-emocionales para saber poner límites.
Es común que ese niño agredido se convierta en el foco de atención camuflajeando más al agresor.
Como papás, cuidadores o maestros, la principal tarea es observar si los niños tienen comportamientos impulsivos, sin filtro y en lugares en donde está expuesto.
La clave es detectar qué detonó esa actitud y lejos de sancionarlo, darle confianza y acompañamiento antes de poner una dura y consecuencia que pueda exponerlo y dañarlo aún más.
Un niño agresor agrede de forma predeterminada e intencional, mientras que el perfil de un niño acosado está basado en defenderse, pero carece de las herramientas para poder hacerlo de forma adecuada.