El tener un secreto que alguien nos ha pedido guardar es una emoción difícil de manejar y mas para un niño. La discreción en palabras no siempre es suficiente, el mantener en secreto el secreto es una “acción” y cansa esconderlo, aquí es cuando entra el debate entre los secretos buenos y los secretos malos, los inofensivos y los perjudiciales, pero los mas chiquitos no siempre tienen las herramientas para hacer la distinción.
Un secreto inofensivo puede ser por ejemplo: no decir que haremos una fiesta sorpresa para alguien, o que hay un regalo en la sala esperando a ser visto, o que papá regresa de viaje antes de lo esperado. Hasta aquí todo bien.
Hay otros secretos que se vuelven de uso cotidiano y que lo que logran es normalizar “mentir”, por ejemplo: “por esta vez diremos que si te bañaste”, “se acostaron tardísimo pero no le vamos a decir a nadie”, y así se vuelve aceptable no decir ciertas cosas que a la larga representan mentiras, pues el secreto implica que “algo” sobre eso no debe saberse y si el adulto responsable lo normaliza, para el niño se vuelve normal.
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Peroooo, hay de secretos a secretos, otro puede ser el que un adulto confía a un niño para comprometer su conducta, o para condicionar alguna respuesta o comportamiento, ese no es un secreto inofensivo. Aquí el nivel de peligrosidad se eleva; puede ser desde “no quise pegarte, no le digas a tu mamá” (ocultando conductas violentas), “grité pero tu papá también grita, no le vamos a decir” (misma acción sumando una falsa justificación); o algo mayor que haga pensar al niño que es importante en la vida de ese adulto que le dice el secreto,, pero lo que hay detrás en realidad es una manipulación.
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Normalizar los secretos dan espacio para el abuso de todo tipo: emocional, verbal, físico, sexual, bullying, acoso, cyberabuso, etc. El niño comienza con un pequeño secreto, aprende a protegerlo, a ocultarlo, a extenderlo y a ser parte del secerto sin saber que eso, juega en su contra porque no tiene la madurez emocional para saberlo.
Lo mejor es la verdad, NO decir secretos, no darle el halo de misterio a las cosas, no generar la costumbre de tener doble moral, doble vida o el hábito de la incongruencia como estilo de vida. A los niños hay que hablarles con certeza, a su nivel, pero con la verdad, porque confían en nosotros, porque los adultos, sobre todo, padres, abuelos, maestros somos sus filtros para interpretar el mundo a su alrededor. No los volvamos parte de nuestras heridas de infancia, los expertos en crianza afirman que los secretos familiares se convierten en creencias limitantes y no queremos eso para nuestros hijos.
Esto no implica que no haya información privada o personal, es diferente. Los niños entienden las diferencias, son seres inteligentes. Los datos privados son nuestros datos personales, lo que nos expone si los compartimos, si hay espacio para la intimidad familiar, también es distinto, es lo que hacemos nosotros como familia sin tener que decir a cada paso lo que hacemos o a donde vamos o que nos gusta, pero la carga del secreto, esa condición de que “nadie se entere” causa conflictos emocionales en todas las edades. No involucremos a los niños en esas cargas que a veces ni los adultos sabemos manejar.
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Hablarles a los niños con la verdad los enseña también a distinguir las mentiras. Los niños que crecen y se desarrollan en ambientes sanos, saben cuando hay una situación incómoda o de riesgo, aunque no sepan qué es exactamente, tienen la capacidad de presentirlo, no es una capacidad adivinatoria, se vuelve una herramienta emocional. Enseña a tus hijos a habar con la verdad siempre, en cualquier circunstancia, porque es cierto como lo es: la verdad nos hará libres. Los secretos no se vuelven menores si suceden en la familia, en las personas de confianza, al contrario; pesan mas, son mas peligrosos. Que no suceda, que no te sorprenda, niño ve, niño hace.
Hablar la verdad siempre será lo mejor. Y por último, parte de practicar la verdad es creerle a tus hijos, los adultos abusadores han prosperado muchísimas veces por la cultura generalizada de no creerle a los niños. Rompamos este patrón aunque implique romper un secreto.
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