¿Por qué enseñarle bondad a los niños?
Las personas son reactivas ante cualquier provocación y no siempre reaccionan bien. No es para menos, ni inválido lo que cualquier persona pueda llegar a sentir dada la situación que estamos viviendo en el mundo, pero refuerza algo que he venido compartiendo y practicando en mi familia desde hace algunos años y que es: enseñarle bondad a los niños.
Nuestra sociedad se encuentra apenas sostenida en ciertos valores, y la bondad no es algo a lo que le demos el peso suficiente en nuestra crianza, y existen varias razones: generaciones pasadas creemos que la educación se limita a la escuela, a la formación académica y a la casa en lo básico, que importa la norma por encima del vínculo, y respetarla en general y que los niños nacen buenos, entonces; ¿para qué enseñar la bondad?.
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Lo importante contra lo anterior es: la vida como la conocíamos cambió, la educación tiene que renovarse y regresar a lo básico para formar humanos de bien y no solo personas con conocimientos; “niño ve, niño hace”, si nosotros no somos “buenos o bondadosos”, será complicado que nuestros hijos lo sean. Aquí aplica hacer una reflexión: ¿Quiénes son las personas que han dejado mejores recuerdos en tu vida? Seguramente aquellos que fueron y son bondadosos contigo.
El año pasado tuve la oportunidad de asistir a una conferencia que impartió Thomas Likona, autor del libro “How to Raise Kind Kids”, (¿Cómo criar niños bondadosos?) y tuve mayor claridad sobre la imperante necesidad no negociable de enseñarle bondad a los niños, pero también de practicarla desde casa.
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Por otro lado: ¿Cómo educar con valores a tus hijos?
Les comparto algunos principios:
1.Enseñarle bondad a los niños porque habitamos y coexistimos hoy en un mundo en donde la crueldad, la violencia y el enojo están a nuestro alrededor y suceden igual a niños y adultos, por ello necesitamos llevar la atención a la bondad, a enseñarla, practicarla y agradecería.
2. Los actos de bondad (por pequeños que sean), renuevan en el ser humano un sentido de esperanza y confianza, sentimientos que cuando no se tienen, causan dolor y sufrimiento.
3. Somos más los buenos. Podría a simple vista, parecer lo contrario, pero si los que somos padres hacemos un esfuerzo por mantener nuestra bondad en casa, hacia nosotros y hacia los demás, vamos a seguir ganando terreno en este tema.
4. Si criamos niños bondadosos les estamos abriendo las puertas a la felicidad y la salud emocional. Las personas bondadosas no solo tienen más momentos de plenitud y felicidad en sus vidas, sino que buscan que los demás los tengan, con ello, el círculo virtuoso de la bondad surte efectos y esta cadena de buenas obras se va contagiando, que ¡ojo!, no solo se manifiestan en acciones hacia afuera o hacia los demás, sino que tiene una fuente propia para generar bienestar y eso es lo que queremos para nuestros hijos.
5. Todos queremos hijos felices y que no les falte el amor. Entonces enseñarle bondad a los niños y el agradecimiento son los principios o cimientos para que esto suceda.
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6. Ser bueno es bueno. Así de sencillo. La bondad hace sentir bien a los demás cuando somos amables, y nosotros nos sentimos bien al serlo. Se crean ambientes más seguros y compasivos donde prevalece la bondad y llena el espacio porque no deja lugar para la crueldad, el enojo o el maltrato.
7. Nuestra cultura no le da la suficiente importancia a enseñar la bondad, porque ser bueno, en un mundo donde se confunde con ser tibio, lento o poco valioso, cuando en realidad nos pone en una mejor posición para entender y ayudar a los demás y es muy importante hacerlo.
8. Los niños sí nacen buenos y sí tienen una capacidad inmensa de reconocer los actos de bondad propios y de los demás, pero; si no se fomenta como forma de vida la bondad, se va perdiendo, porque el estilo de vida frenético actual no da el tiempo y el espacio para ser buenos y manifestarlo: es un mundo competitivo, que nos compara unos con otros; que nos hace reflexionar sobre qué tanto somos más o mejores que otros, que da importancia a la manera de sobresalir y al resultado más que al proceso o a las cualidades y habilidades humanas para trabajar en equipo. La buena noticia es que el mundo ya cambió, y ya nos hemos dado cuenta (ojalá) de que necesitamos más gente buena, solidaria, empática, desapegada y orientada a pensar en los demás.
9. Como adultos podemos darnos cuenta que los cursos de autoestima, de amor propio y hasta carreras profesionales del tipo “Ciencias de la Felicidad” y otras materias que tienen que ver con el bienestar, cobran cada vez más importancia, pues eso se debe a la carencia de valores y de emociones positivas con las que ciertas generaciones fueron criadas, (nadie duda que sean exitosas o no), lo que sí está probado es que muchos de ellos no son suficientemente felices y menos aún, bondadosos. Y por ello, en la edad adulta, buscan cómo compensar ese vacío que va dejando vivir de esa manera. Nosotros los padres, hoy podemos revertir esto antes de que ellos tengan esas carencias y creencias de querer, empatizar o apoyar solo a los que son “como ellos” dando espacio a la discriminación, en lugar de a todos, lo que genera inclusión, que tanta falta nos hace como humanidad.
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10. La mayoría de las personas crecemos en un entorno familiar y es ahí donde se nos inculcan los valores, a ponernos o no en el lugar de los demás. Las cualidades que forjan el carácter de un ser humano suceden en casa y desde ella, no es poco entonces lo que hacemos al criar: no va de repetir “siéntate bien” o “no hables con la boca llena”, o “espera tu turno para hablar”. Va más de “da gracias por lo que tienes”, “comparte lo que tienes”, “piensa que eres afortunado y por ello tienes la suerte de ayudar a otros”, “ayuda siempre que puedas”, “trabaja en equipo”, “se bueno siempre”.
El principio es que la bondad es algo que podemos enseñar a nuestros críos y que será por siempre una herramienta de vida de crecimiento en todo sentido, que genera pertenencia, felicidad, colaboración y eso necesitamos mucho todos, en todos lados. ¿No te gustaría que tu legado sea la bondad?