Beneficios del año escolar Niksen
Después de atravesar el tsunami de la escuela virtual o a distancia para terminar el ciclo anterior, e intentar arrancar el ciclo en curso en el mismo formato por el tema de la pandemia; finalmente optamos por no hacer nada. Antes de platicarles sobre nuestra decisión, quiero compartir el concepto que describe nuestra elección y que se denomina Niksen, o el arte de no hacer nada, como una filosofía que se revela contra la cultura de la ocupación permanente.
Cansados de experimentar un continuo cansancio y hasta prisa (aún estando en casa por meses), debido a la carga de pendientes y todo sucediendo al mismo tiempo en el mismo espacio y lugar. Nos cachamos pronunciando constantemente las frases “no tengo tiempo”, “no da tiempo”, “apúrate”, “no puedes porque estás ocupado”, “no puedo porque estoy ocupada” y una serie adicional de “no porque…”.
Obviamente estoy a favor de ser económicamente activos, buscar nuestra libertad financiera y formarnos como seres humanos responsables y conscientes; sin embargo, eso no es sinónimo de mantenernos ocupados al grado que ni en casa tengamos tiempo de nada. Ya antes les había compartido sobre los ajustes a mi maternidad para criar despacio, pues una cosa llevó a la otra y me encontré con el concepto Niksen.
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Se trata de una ideología holandesa, que comparte algunas ideas con las corrientes del dolce far niente de los italianos, que nos enseña a poner freno a la prisa y disfrutar de la vida. El hygge de los daneses que nos comparte sobre un real mindfulness para estar presentes y disfrutar de las pequeñas cosas, todos enfocados en acercarnos de una manera más efectiva a la felicidad y a la pausa y alejarnos de la ansiedad, la depresión y hasta la neurosis que provocan en niños y adultos los ritmos de vida tan saturados que actividades que solemos llevar. El Niksen holandés defiende el arte no hacer “nada” y ver los beneficios que existen detrás de tener la libertad de ser y de estar, pero no de hacer.
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Honestamente no nos costó nada de resistencia decidir que este sería un año escolar Niksen, dadas las condiciones para la mayoría de los niños (escuela a distancia, horas frente a pantallas, tareas y clases extra escolares virtuales) y todo el estrés que ello genera, optar porque nuestros hijos estén este año escolar en modo Niksen o lo que lo mismo, de simplemente no hacer nada. No están en homeschool, simplemente no están en la escuela y tienen el tiempo, todo el tiempo del mundo este año para lo que ellos aman: jugar, estar en el jardín, leer, ver la tele, lo que quieran y han resultado los dos meses más interesantes de nuestra vida familiar.
Claro que antes de esto estuvieron casi dos meses de vacaciones en casa y tampoco hacían nada, pero todos sabíamos que el tiempo de regresar a la escuela estaba a la vuelta de la esquina. La admisión, el ritmo, la rutina y la carga escolar para los niños (en casa menores de 10 años), sumaba mucho estrés a nuestra vida familiar.
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Elegimos un año escolar Niksen y la diferencia es saber que existe una libertad sin remordimiento ni reclamo alguno para no hacer nada y ver cómo ha florecido frente a nosotros: la conducta calmada, momentos de creatividad y productividad increíbles, una feliz convivencia llena de conversaciones con mucho fondo; espacios de descanso en familia donde no hay extremos en las reacciones porque no están agotados, ni saturados y sus labores las hacen porque tienen curiosidad, ganas de hacerlo y porque lo eligen. Su sentido de responsabilidad y de autocuidado se nota inmensamente. Se disfrutan entre ellos y a sus espacios en la casa, planean sus actividades, trabajan en equipo, es algo que no termino de identificar. No estoy detrás de ellos, el orden y la calma suceden de manera natural cuando quizá yo misma creía que esto podía romper con toda rutina en la casa.
No van a la escuela y este tiempo libre, lo usan de maneras preciosas para convivir entre ellos (son 4), con nosotros sus papás y en la casa como antes no lo hacían. Estamos aprendiendo a disfrutar la vida sin planes específicos u obligatorios, del silencio, de los recursos que siempre han estado y que no valorábamos, desde a nosotros como familia, hasta los libros, los momentos para tomar el té, un café, disfrutar de abrazos en el sillón o tardes interminables de juego, un baño largo, una película cualquier día de la semana, un cuento en el desayuno, un picnic en el jardín, dibujar a cualquier momento del día.
Estamos empezando a gozar de los beneficios que no sabíamos que existían detrás de soltar “algo” que tampoco es para siempre, que no define nada en sus vidas por ahora y que sí, está construyendo una experiencia familiar impensable y maravillosa. Somos una familia bastante apegada, antes de la pandemia ya pasábamos mucho tiempo juntos y me jacto de llevar una crianza bastante hygge style, pero este año escolar Niksen acordado como familia está resultando ser un regalo de vida para todos.
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Estamos revalorando la inactividad con todo el bienestar que conlleva, la relajación, la tranquilidad que nos ha dejado ver y sentir nuestra capacidad para disfrutar realmente los momentos importantes de la vida, como estar en familia, mirar el cielo, caminar descalzos en el jardín, jugar con agua, encontrar esos estímulos que busca el ser humano en su aburrimiento, alejarnos de lo que nos distrae, de lo que nos estresa, de lo que nos drena, incluyendo la escuela.
Podría decir que sí, que mis hijos hacen escuela en casa, pero lo cierto y lo honesto es que no, no lo hacen, solo el mayor de 11 años eligió quedarse en ese modelo porque quiere convivir con sus amigos y porque termina la primaria, pero tiene claro que esta año sus hermanos son modo Niksen y por las tardes se suma a esta marea baja de paz y funcionamos de manera armoniosa y feliz, como no imaginaba que era posible.
Solo el tiempo dirá cómo recordaremos y cómo vamos a integrar la vida este año practicando el Niksen, por ahora no hacer nada es lo mejor que nos ha pasado.