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Me arrepiento de ser mamá, ¿y tú?

¿Te arrepientes de ser mamá? No eres la única. Los expertos te dicen sobre el tabú que envuelve a esta figura.

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Pocas mujeres dicen en voz alta que se arrepienten de ser madres. En el imaginario social, una buena madre debe disfrutar su embarazo, esperar ansiosa la llegada del bebé, disfrutar el parto, sonreír cada nuevo día con solo ver el rostro de su crío…

Sentir lo contrario estigmatiza. Decirlo, peor

 

Cuando Diana Alva se embarazó creyó que era lo mejor que le podía haber pasado. “Pensé que lo iba a vivir muy bonito. Que todo iba a estar muy tranquilo. Toda esa concepción que nos van metiendo a las mujeres en la cabeza”.

Cinco años después, Diana asegura que si pudiera regresar el tiempo no tendría a su bebé. “Me tardé un año en entender el proceso en el que me había metido, y todas las responsabilidades que implicaba. Me arrepentí mucho, porque no nos dicen todo lo que uno tiene que vivir”, explica la psicóloga de 31 años.

 

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El mito de la maternidad

 

En México, el mito de la maternidad provoca que las mujeres entren en conflicto a la hora de hablar de los sentimientos “no tan positivos” que tienen con ella, explica la Doctora Cristina Palomar Verea, quien ha desarrollado diferentes investigaciones en torno al tema de la maternidad.

“El mito de la maternidad glorifica a las mujeres”, define Palomar. El problema surge cuando, por un lado, encumbras la imagen materna con el festival del 10 de mayo, con los monumentos, con las canciones; y por el otro, ignoras la realidad de que las madres realizan un trabajo diario “muy intenso, que consume mucha energía, que muchas veces hacen en soledad y en el que no se cuenta con apoyo”.

 

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Quien comenzó a hablar de este tema fue la socióloga israelí Orna Donath, quien en 2015 publicó el libro “Madres arrepentidas”, una investigación que contiene 23 entrevistas a madres que se identificaron como tales.

Donath comenzó este estudio porque se negaba la existencia de la maternidad arrepentida, y porque “se tildaba a las madres arrepentidas de mujeres egoístas, dementes y trastornadas y de seres humanos inmorales que demuestran que vivimos en una ‘cultura plañidera’”.

Su objetivo fue quitarle esa sacralidad a la maternidad y hacer que se viera “como una relación humana más”.

 

“Desde que soy mamá, dejé de ser yo”

 

“Me arrepiento en cuanto al tiempo. Al cambio de mi cuerpo. Me hubiera gustado haber hecho más cosas. Quería viajar, disfrutar mi vida y no tanto abocarme en sacar adelante a alguien y mantenerla con vida”, relata Fernanda García (el nombre ha sido modificado a petición de la entrevistada), periodista de 35 años que vive en Mérida.

Fernanda se convirtió en mamá de Paola hace cuatro años. Dice que hubiera preferido esperar y embarazarse a esta edad. “Adoro a mi hija, pero siento que me faltó hacer cosas que ya no puedo hacer. No puedo salir al cine sin pensar en con quién la voy a dejar. Mi dinero lo tengo que dividir con ella, igual que mis pasatiempos. Ya no tengo tiempo libre, ni siquiera la televisión es mía. ¡No cocino con chile porque ella no puede comer chile!”, detalla.

 

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Dice que una de las cosas que más extraña es su independencia. “A veces sí me gustaría recuperar a Fernanda. Siento que soy la mamá de Paola y dejé de ser Fernanda”, lamenta.

Al igual que Diana, Fernanda habla de lo solitaria que es la maternidad: “Aunque tu esposo coopere y hagan equipo, tú sola debes buscar soluciones, debes mantener con vida a un ser humano y satisfacer sus necesidades”.

 

Las madres arrepentidas

 

Mientras a las mujeres, desde que son niñas, se les mete en la cabeza la idea de tener un bebé, alimentarlo, cuidarlo y mantenerlo seguro (es decir, se les socializa para que en un momento determinado lleguen a ser madres cuidadoras), a los hombres se les educa para ser atendidos, lamenta Fernanda.

Arabella Jiménez, jefa de familia y Coordinadora de comunicación del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, coincide: “Generalmente las cargas de responsabilidades están puestas en nosotras las mujeres, ¿qué se espera que hagamos? Que cuidemos a los hijos, ‘para eso estamos hechas’”.

 

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En su texto “Malas madres: La construcción social de la maternidad”, la doctora Cristina Palomar concuerda: “Si bien la reproducción biológica se sabe compartida por ambos sexos, la reproducción social se asume como una responsabilidad de las mujeres”.

En el libro “Madres arrepentidas”, la mención de los padres es mínima, explica Gabriela González Ortuño, investigadora, profesora de la FES Acatlán y responsable del seminario “El nombre de la madre, maternidades subversivas, abordajes feministas”. Para ella, el arrepentimiento está relacionado con cómo se le imponen socialmente las labores de cuidado a las mujeres: “Si fuera mucho más equitativo entre hombres y mujeres, habría menos posibilidad de arrepentimiento, porque las mujeres podrían hacer otras cosas”.

En México, del total de horas a la semana dedicadas al trabajo remunerado y no remunerado, las mujeres contribuyen con 59, cerca de 60%, según el reporte “Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado” de ONU Mujeres. Los hombres dedican 22 horas y colaboran con poco más del 40%.

“Esa parte de cargar con todo es extenuante, y más cuando todo juega en contra”, critica Arabella Jiménez.

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Si toda la sociedad se responsabilizara de las labores de cuidado de infantes y adultos mayores, y si se urgiera a los padres a asumir su paternidad, reduciría la cantidad de veces en que una mujer se pregunta: “¿cómo fue que me metí en esto?”.

“Compartir la crianza o tener a muchas personas que te puedan apoyar te hacen sentir más tranquila”, aconseja Diana Alva y agrega: “Si me viera literalmente sola no podría. Enloquecería”.

 

La sujeta moderna capitalista liberada

 

La sociedad debería entender que existen múltiples posibilidades de ser madre.

“Si antes teníamos un mandato, ahora, de repente, está el otro: El de la mujer liberada que toma sus propias decisiones, que es exitosa, y tiene carrera. De repente, las mujeres nos encontramos con que si no cumples al pie de la letra con el rol tradicional o con el nuevo mandato, te encuentras en medio de señalamientos y reclamos”, dice González Ortuño.

Palomar Verea puntualiza: “En otros países las mujeres no pretenden cumplir bien en todas partes. Tener 100 en todo no se puede. ¿Cómo repartes tu energía y tu tiempo? Es mucho más sensato decir ‘no’ a lo que no se puede”. La investigadora critica esta carrera detrás de ideales y exigencias sociales, que no atienden a deseos propios y en los que las mujeres terminan sacrificando “un montón de cosas, la salud, la cordura, la felicidad”.

“No tenemos que ser la madre abnegada ni la madre exitosa, entre esos dos polos hay muchísimas maneras de vivir la maternidad”, insiste González Ortuño.

 

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Sobre el arrepentimiento

 

En México, el arrepentimiento no tiene la misma connotación que en Israel, explica Palomar Verea para hablar del contexto social en que “Madres arrepentidas” fue escrito. “Aquí (en nuestro país) el arrepentimiento es una cosa relativa, porque existe el perdón de los pecados. Es mucho más sencillo decir: ‘me arrepiento, pero sé que lo voy a pagar de alguna manera’”.

Sentir pesar por haber dejado de lado ciertos proyectos para convertirse en madre requiere un trabajo reflexivo, dice, y agrega que esta evaluación “sobre una experiencia que no es natural sino cultural” ayuda a hacer un balance que ayuda a definir qué tan positiva o negativa ha sido la experiencia de ser mamá.

En ese sentido, habría “que asumir que la maternidad produce en todas las mujeres mucha ambigüedad emocional; es decir, sentimientos positivos y negativos”. Por eso es importante que la sociedad entienda que “una madre arrepentida es la madre más normal, y las madres normales siempre son imperfectas porque son seres humanos», finaliza Palomar Vera.

 

Sandra Lucario

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