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Para que no transmitas el verdadero significado de Navidad y todos valoren cada detalle, te decimos en qué debes poner especial atención:
Pensar que la Navidad es sinónimo de regalos: Si el trabajo y tus actividades diarias te dejan pocas oportunidades para compartir, no trates de compensarlo con sorpresas o una disciplina relajada. Aunque ésta sea la ocasión perfecta para hacerlo, podrías desencadenar una actitud egoísta, demandante y con poca tolerancia a la frustración.
Ponerle más valor a lo material: El tiempo que le dediques a tus seres queridos es más importante que la cantidad de detalles que compres. No te sientas mal por no regalarles todo lo que pidieron, piensa que les estás enseñado a auto-limitarse y auto-regularse.
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Transmitir una comunicación negativa: El chantaje no es una buena herramienta de disciplina así que no utilices a los personajes navideños para condicionarlos: “si no comes o no obedeces, Santa o los Reyes no te traerán juguetes”, ¡error!
Controlar su comportamiento con premios puede afectarlo emocionalmente y provocar que pierda credibilidad en ti, sobre todo porque sin importar lo que haya pasado recibirá las peticiones de su carta.
Enfocarte en lo equivocado: Más substancial que una cena elaborada de cuatro tiempos y una celebración de revista, es que aproveches cada día de tus vacaciones y disfrutes a tus hijos. Juega con ellos, cuéntales historias decembrinas y trata de crear un ambiente de convivencia y cordialidad en el que todos participen.
Discutir: Dónde y con quién festejar siempre es un tema de discordia. Procura platicar con tu pareja cuando no estén los niños, pues ellos viven y comparten la angustia ese tipo de situaciones. Sean flexibles y busquen la solución.
Olvidar tu infancia: Recuerda la ilusión que sentías cuando eras niña, reconócela y respétala. No dejes ir esos momentos a cambio de cumplir con las responsabilidades de la temporada, ¡no lo vale!
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