Desde una perspectiva elemental, la relación de padres e hijos debe ser de liderazgo y dependencia: nosotros nos encargamos de guiarlos y mostrarles cómo se hacen las cosas y ellos de buscar cuidado y protección.
Así pues, el propósito de los instintos alfa es cuidar y proveer y el de la dependencia es ser procurado. Se supone que uno es la respuesta del otro y que son fluidos, se van alternando y adaptan a las circunstancias.
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Cuando en los niños hay una tendencia a tener el control, satisfacer las necesidades del otro, asumir el rol de quien es seguido o dar órdenes a los demás, podemos decir que está en el llamado complejo alfa que se manifiesta en tres perfiles:
- Bullies: Son agresivos y tienen el impulso de establecer su dominancia a través de explotar la debilidad ajena
- Líderes: Son mandones, compulsivos, dominantes, controladores, obligados a estar a cargo y se sienten bien cuando tienen el liderazgo
- Protectores: Inclinados a cuidar a otros, especialmente a los vulnerables, débiles y/o heridos
Conflictos en la crianza
Como se podrán imaginar, los instintos alfa pueden hacer grandes estragos en el núcleo familiar, pues estos menores no son receptivos a ser atendidos y suelen frustrarse, ser altamente demandantes o presentar problemas de agresión. Además se resisten a aceptar directrices y son difíciles de educar porque aparentan fuerza y resistencia pese a que están necesitados de contención sin embargo, lo más grave de la situación es que los padres no estamos conscientes de la existencia de estos patrones ni de sus implicaciones.
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Encontrando la solución
La respuesta no está en qué hacer, sino en cómo conseguir una relación correcta. Los niños no sólo necesitan estar vinculados a las personas que los crían sino también vinculados de la forma adecuada -es decir, en el modo dependiente y receptivo-.
Por lo tanto, lo que realmente necesitamos descifrar es cómo inspirar a nuestros hijos a confiar en nosotros y a depender de nosotros. Si no podemos hacerlo, no estamos llevando a cabo nuestro trabajo de padres: guiar a nuestros hijos a la realización completa de su verdadero potencial humano.