Los hombres y las mujeres somos completamente diferentes, eso no es una novedad para nadie, pero el tener conciencia de que necesitamos cosas diferentes para volvernos padres es una necesidad.
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Las mujeres durante el embarazo somos bombardeadas por decenas de hormonas que además de prepararnos en el plano físico, también nos ayudan emocionalmente a entender y asumir el momento en el que estamos y todo lo que implica convertirnos en mamás. Primero cuando descubrimos y confirmamos que estamos embarazadas; luego durante nueve meses vemos cómo nuestro cuerpo se transforma por completo. Pasamos unos cambios de humor del infierno, lloramos, reímos, engordamos. Todo eso que sucede nos anuncia de manera continua que nuestra situación de vida está a punto de cambiar ¡y más si eres primeriza!
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Pero para ellos las cosas no son iguales. Durante el tiempo en que nosotras estamos vueltas locas con las hormonas, el peso y los antojos, ellos (si bien les va) son testigos de nuestro proceso. Lo viven, lo sufren pero no pueden entenderlo. Primero porque no son los protagonistas pero además porque ellos no tienen ese coctel de sustancias que segrega el cerebro para hacerlos entender el momento que les espera.
Cuando nace el niño la historia se complica aún más. Sabemos de sobran las historias de hombres que se sienten (y viven) relegados en su función de padres, pero aún más en su papel de pareja. Sí, claro que todas estamos vueltas locas por el bebé, pero es necesario que también sepamos que podemos hacer cosas para explicar y compartir la situaciones que vamos atravesando, de entrada en el embarazo y luego con los primeros años de nuestros hijos.
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Si bien es cierto que la relación de cada padre y madre con ellos es su propia responsabilidad a todas nos conviene que sea sana y amorosa. Así que este mes vale la pena que nos preguntemos qué estamos haciendo o qué podemos hacer para echarles la mano en la construcción de su paternidad.
Desde aquí un abrazo a todos esos papás conscientes, entregados y que a pesar de muchas de nuestras incompetencias como mamás están ahí: fuertes, presentes y comprometidos con el crecimiento y desarrollo de los críos.