Seguramente has escuchado que no puedes ver en otros nada que tú no tengas pues requerimos explorar patrones de conducta para calificar a las personas o situaciones de acuerdo a lo que nos parece bien o mal, por ejemplo:
A Claudia, tu compañera del trabajo, le encanta llamar la atención pero cada que lo hace te hierve la sangre y no tardas en decirles a tus amigos lo mucho que te molesta que lo haga, porque nadie tiene que aplaudir sus bromas ni cederle los reflectores, que si en su familia no le hacen caso, ustedes no tendrían por qué solaparla y que uno de estos días le dirás cuánto te chocan sus risas e intervenciones exageradas.
Si analizas tu discurso, verás que no pierdes el mínimo detalle de su comportamiento, casi como si lo tuvieras ensayado. ¿Por qué? Fácil: no te causaría escozor si no tuvieras las mismas ganas de reconocimiento social que ella y, si vas un poco más profundo, incluso puedes notar que la incomodidad ni siquiera viene de su actitud sino de tu incapacidad para aceptar tus errores o externar tus emociones. En otras palabras: lo que te choca, te checa.
Por qué lo hacemos
La respuesta más sencilla es que es fácil y “estamos acostumbradas”; sin embargo cuando tomamos conciencia de que al mismo tiempo que decimos “Qué gorda”, “Es un flojo” o “Qué mal se viste” le damos a la gente el derecho de expresar cosas peores de nosotras y el panorama tiene otro color.
Admitámoslo: nadie ha sido perfecto ni lo será y pretender adjudicarnos los estándares más altos es irreal. Dejar de fijarte en las faltas ajenas y empezar a trabajar en las propias es la única forma viable de corregir el hábito. A nadie le gustará seguir cerca de ti si te la pasas hablando pestes de otros; sólo puedes controlar lo que sale de tu boca y, a cambio, recibir cosas positivas para ti.
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Plan de acción
1. Enlista lo negativo. Un día haz un balance de lo que platicas con tu familia y las cosas que emites en contra de las otras personas. Si te vas a números rojos, es momento de reducir la cuota.
2. Pregúntate si te afecta. Cada que quieras decirle a tu suegra: “Es horrible su suéter mostaza”, detente y piensa si el hecho de que lo use te lastima o hace daño. ¿No es así? Entonces mantén la boca cerrada y dirige tu atención a otro lado.
3. Invierte en ti. En esta época todo urge y hay que administrar bien el tiempo. No sigas desgastándote en ver si tu jefa se comerá la tercera dona del día; mejor asegúrate de empacar snacks nutritivos y hacer ejercicio, ¡pon el foco en ti!
4. Aprende a aceptar las críticas. La primera prueba es no responder con otro ataque. Respira hondo, agradece las palabras y cámbiales el enfoque. Si te dicen: “Eres muy impuntual”, tradúcelo a “Debo tener más compromiso con mis citas”.
5. Pon a prueba tu empatía. A veces sólo vemos la punta del iceberg y emitimos juicios sin tener la historia completa. Si tu suegro te responde mal y piensas que es un cretino, antes de ir con tu pareja a quejarte averigua qué le sucede y considera apoyarlo.
Si definitivamente no puedes controlarte, al final de cada comentario agrega un “como yo”. Por ejemplo:
“¡Qué desesperada eres! (como yo)”, “Le gusta que le estén rogando (como a mí)” o “Se cree la más bonita (igual que yo)”. Al identificarte con la mayoría de las ofensas, tendrás más claro aquello que no te gusta de ti y por ende en qué debes trabajar. Con esa titánica labor, ¿quién tendrá tiempo de fijarse en los otros?