-¿Te acuerdas que me preguntaste si daría mi vida por ti?
-Sí- contesté tan incómodo como él cuando me respondió siete años atrás.
-Antes de irme, quédate completamente seguro de que sí, siempre daría mi vida por ti.
Esa charla es el mayor tesoro que mi padre me dejó, un testimonio de amor incondicional. Pero el amor no se materializa sólo en situación de vida o muerte, se demuestra en los detalles con los que construimos la vida. Ahora que soy padre, me fijé cómo hacer sentir a mis hijos que, bajo cualquier circunstancia, los amo y que nunca dudaría en lanzarme al vacío por ellos.
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Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.
Para mí, el amor de papá se muestra acompañando a la mamá en el parto, enfrentando nuestros miedos para que ellos nazcan seguros; cargándolos por primera vez con el cuidado del inexperto; cambiando pañales y aceptando todas las bendiciones olorosas que nos dan a manos llenas; superando una fiebre cruel y desgastante; jugando con ellos, leyendo con ellos, comiendo con ellos, durmiendo juntos a pesar de todo; bañándolos aún cuando odies bañarte (como es mi caso); aceptando que el olor a nuevo de tu auto ha sido vencido por el aroma de bebé; y sobre todo entendiendo que valorarán tu amor tal vez hasta que te pregunten un día si darías tu vida por la de ellos y esta vez sean ellos quienes escuchen un “sí”.
P.D. Mi profesor de Antropología comentó que los papás no aman a los hijos al nacer, que se enamoran de ellos con los logros que van teniendo a diferencia de las madres que los aman porque sí. ¿Sabes una cosa, profesor? Estás equivocado. Yo los amo desde que nacieron y si algún mérito debo concederles, según tu teoría, es suficiente con dejarme escuchar su corazón, latiendo con el vigor que pone ritmo a mi vida.