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El duelo por un bebé no nacido

Un duelo sano por la pérdida de un bebé dura alrededor de 18 meses. Gaby Pérez Islas te dice cómo superar esta terrible pérdida.

A la mente le es muy difícil entender que aquel hijo que se esperaba con tanto amor e ilusiones no tuvo el destino deseado. Sin embargo, a pesar del dolor de la ausencia, debemos reconocer y valorar los regalos que trajo consigo el breve paso de su vida en la nuestra. Este bebé no vino para hacernos sufrir, ni tampoco para robarnos la posibilidad de ser felices o seguir adelante.

Ser padres significa dar lo mejor de nosotros mismos, querer siempre el bien del otro y dejar nuestras necesidades en segundo término porque lo primero es ese bebé que amamos aún sin ver su rostro o tocar su piel. Ahí está la complejidad de este duelo: entender que morir era su destino. Que este no era el tiempo para permanecer con nosotros, pero que debemos rescatar el mensaje de amor que venía a entregarnos.

La ilusión con la que esperamos a nuestro hijo es tan grande que cuando recibimos la terrible noticia de que no estará más con nosotros simplemente nos desplomamos. No tenemos ganas de seguir adelante porque vemos todo negro y el enojo es tan grande que domina
y nos lleva a preguntarnos una y mil veces: ¿por qué yo?, ¿por qué a nosotros? Ésa es una pregunta para la cual no existe respuesta.

No se trata de olvidarlo

Un duelo sano por la pérdida de un bebé dura alrededor de 18 meses, pero eso no significa que todo el tiempo tenga la misma intensidad, ni que pasado ese tiempo no lo recordaremos más. El resultado ideal de un dolor trabajado y no únicamente abandonado sería aprender a vivir con este hueco en el corazón sin llenarlo de resentimiento, trabajo o comida y dejar que el amor y la esperanza sigan siendo nuestro eje. Es mentira que el tiempo todo lo cura; su paso cierra las heridas pero la tanatología es la que hace el trabajo de «desinfección» y ayuda a que la sanación ocurra desde dentro.

Después de los primeros nueve meses sabremos que la parte más empinada de la cuesta ha pasado y que los meses venideros si no más fáciles, al menos sí serán menos difíciles. Si la añoranza crece, entonces no está funcionando el trabajo de duelo. Se vale aplicar todas las herramientas emocionales que tengas a tu alcance:

¿Qué estás dispuesta a hacer por un hijo? Si la respuesta a esta pregunta es todo, reflexiona qué tan sinceramente lo dices: ¿puedes incluso volver a ser feliz sin él? Porque ésa es la manera de honrar su paso por tu vida. 



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