¿Cómo te sientes cuando das un castigo? La mayoría de las personas responderá “mal”. ¿Cómo se siente tu hijo cuando lo recibe? De nuevo responderán “mal” y estarán en lo correcto.
Si bien es cierto que, con el paso del tiempo, pareciera que a los niños les deja de importar, la realidad es que, cuando lo reciben, se sienten apenados, avergonzados, tristes y mal, mientras que la conducta sigue igual. Muchos estudios han demostrado que el único efecto del castigo es eliminar cierta actitud en presencia de quien lo infringe, de manera temporal y por las razones equivocadas (usualmente por miedo).
La filosofía es “tienes todo, por lo tanto, puedes perderlo todo”, y los padres se convierten en los malos del cuento que le quitan todo en el afán de conseguir su obediencia. En ocasiones me he encontrado con padres que dicen que castigar los hace sentirse bien: “Porque se lo merecía y con eso va a aprender”.
Yo creo que esas son excusas, razones que nos damos ya sea para mitigar la culpa que nos causa o para justificar el abuso de poder que ejercemos cuando lo hacemos. Cuando nos detenemos a analizar los resultados de nuestras acciones, vemos que realmente no estamos consiguiendo lo que queremos, que cuando estamos castigando lo hacemos porque llegamos al límite de nuestra paciencia y de nuestros recursos.
Hemos probado de todo: ignorarlo, distraerlo, intentar convencerlo, aleccionarlo, amenazarlo… y no conseguimos que haga lo que le estamos pidiendo. Así que recurrimos a esto porque todo lo demás no funciona. En estos momentos, tu tolerancia se ha agotado y experimentas mucha frustración. Debido a esto, en muchas ocasiones contiene un valor de desquite, de resentimiento, de “quiero que te duela.” Y entonces buscas lo que más le duele a tu hijo: quitarle la televisión, los permisos, las salidas con los amigos, las fiestas, etc.
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Aprender ha perdido su significado – como dice el dicho popular: ya no quieres queso, sino salir de la ratonera: buscas que su conducta cese o deseas forzarlo a hacer lo que tú le estás pidiendo. El verdadero objetivo de la disciplina es la guía, el aprendizaje, el desarrollo de habilidades sociales; forzar a un niño a obedecer nada tiene que ver con eso. Después de leer esto, puedes concluir que la Doctora Nancy es partidaria de los premios… ¿Tú qué crees? En nuestro próximo número, hablaremos de la filosofía detrás de los premios. ¡Buena suerte!
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