Efectivamente las mamás y los papás nos relacionamos distinto con los hijos, y aunque no nos demos cuenta, los niños distinguen entre ambas interacciones. Algunas diferencias apreciables son:
- Los juegos. Los padres tienden a jugar con sus hijos y las madres a cuidarlos, por lo que es común escuchar cosas como: “Él es más brusco y ella más cuidadosa.” Sin embargo, no se trata de una cuestión de descuido, sino de una forma en que éstos promueven la independencia de los niños. Además, los invitan a realizar algunas actividades nuevas, a diferencia de las madres quienes tienden a protegerlos
- La forma de comunicarse. Normalmente cuando las madres les hablan a sus hijos simplifican sus palabras y se ponen al “nivel del niño”. Por el contrario, los papás no demuestran esta inclinación por modificar su lenguaje; la conversación con ellos tiende a ser más breve, usando frecuentemente expresiones faciales y lenguaje corporal, desafiándolos a ampliar su vocabulario y habilidades lingüísticas
- La disciplina. El padre tiende a observar y hacer cumplir las reglas de manera sistemática y con firmeza, lo cual les enseña las consecuencias de sus actos. La madre, en cambio, suele expresar compasión respecto a la desobediencia. A pesar de que ninguno de estos estilos es bueno por sí solo, en conjunto crean un equilibrio saludable
- Pueden enseñar respeto por el sexo opuesto. Un artículo publicado en la revista American Journal of Sociology señala que: “Las sociedades con patrones de socialización infantil en las que está presente la figura del padre, ayudan a educar a hombres que, cuando adultos se sienten menos inclinados a excluir a las mujeres de las actividades públicas, comparado con otros varones que viven en sociedades en las cuales el padre está ausente”