Karina es feliz en su trabajo. Le ofrecieron recientemente una plaza en otra empresa fuera de la capital y ante los comentarios de amigos y familiares que la calificaban como “la mejor oportunidad de su vida”, hizo las pruebas de colocación. Se quedó.
En su fiesta de despedida todos la alababan y le decían que habría sido muy tonta de no aceptar, pero ella no estaba satisfecha. De hecho, el empleo al que acababa de renunciar era el que encontraba especial y gratificante.
Días después se mudó, le dieron auto nuevo, una oficina hermosa, casa muy bien ubicada y muchas promesas que se harían realidad. Al cabo de tres semanas estaba de vuelta con la misma ansiedad con la que partió, pero además preocupada y con vergüenza por los comentarios que recibiría. ¿Qué fue lo que salió mal?
El análisis
En primer lugar, puso los deseos ajenos por encima de los propios. Permitió que la gente se proyectara en ella, la influyera y la convenciera de hacer algo que no quería. En segundo, colocó su elección del lado de la culpa y actuó así con tal de que los demás no se mortificaran. Por último y lo más grave de todo: se traicionó a sí misma.
Por qué no podemos negarnos
En 99% de los casos se debe a que no deseamos ser el blanco de reproches, críticas o burlas. Sentimos el “deber moral” de complacer a los otros pues creemos erróneamente que es una forma de demostrar cariño, alimentando así nuestro deseo de ser bien aceptadas y reconocidas.
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Funciona en el exterior pero cuando cada camino que tomas va en dirección opuesta a tus sueños y te deja con remordimiento y frustración es momento de intentar mover la cabeza y decir de una vez por todas “no, no”.
Al comienzo
Comprende que aunque cedas, nunca le agradarás a todo el mundo. Posponer aquello que te importa no hace más que fomentar tu lado negativo y llevarte al lugar que no quieres pisar, o sea convertirte en mala persona.
Expliquemos: le prestaste a tu hermana el vestido que te pondrías mañana y ahora no tienes un outfit que te convenza. Durante la reunión estás de cara larga, le respondes mal y acabas por insultarla y maltratarla. ¿No era eso lo que menos deseabas?
Poco a poco
Si negarte te da más remordimiento que una rebanada doble de pastel, intenta con un “quizá” o “no sé” aléjate o cambia de tema. Te darás tiempo para reflexionar y decidir. También sirven: “Déjame pensarlo”, “Lo veo con mi agenda y te confirmo el viernes”, así tu solicitante pensará en otra opción de persona para conseguir su objetivo.
Hazlo con inteligencia
¿Ya lo meditaste y reconoces que no eres capaz de negarte a la primera? Practica el diálogo conciliador, por ejemplo:
- “Sé que durante seis meses he realizado tus reportes pero esta vez no me será posible. Organizaré mis pendientes, los entregaré y si después de ello tengo tiempo, tal vez decida apoyarte”
- “Gracias por reconocer que soy buena organizando las fiestas familiares; sin embargo estoy en un proyecto de trabajo y se me sale de las manos realizarlo”
Ve de menos a más y al cabo de unas semanas verás que negarse no es ser egoísta, sino congruente.