Por Norma Luz Bravo
Es cierto, cada día el estrés aumenta y entre preparar el desayuno de tus hijos, llevarlos a la escuela, ir al trabajo, sacar pendientes, hacer el súper, cocinar, ayudarlos con la tarea y cualquier otra actividad que quieras añadir, te queda poco o nada de tiempo para respirar.
Contrario a lo que piensas no necesitas gastar una fortuna para irte a un spa, con modificar algunas cosas de tu rutina podrás lograr momentos de tranquilidad, ¿lista?
1. Bebe una taza de té
Si te gusta iniciar las mañanas con una bebida humeante, dale un giro y elige una como esta que contiene teanina, un poderoso aminoácido responsable de su sabor y que además está comprobado, promueve la relajación. Por si fuera poco, tiene propiedades antioxidantes y equilibra las concentraciones de colesterol en la sangre. De ser posible prefiere un poco de miel sobre el azúcar para conseguir un toque de energía de forma natural.
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2. Despégate del celular e internet
Daniel Sieberg, periodista y escritor estadounidense, autor de The Digital Diet asegura que “el uso de la tecnología está aumentando los casos de depresión, insomnio y estrés en las relaciones de pareja” y si a esto le sumas tus quehaceres diarios, la combinación es terrible.
Aunque al principio te cueste trabajo, emprende tu propia “desintoxicación” del móvil y olvídate de la tensión de estar revisando tus redes cada cinco minutos. Si es necesario, desactiva las notificaciones o apágalo. Empieza por 30 minutos y ve incrementando. También es una buena opción que no uses tu smartphone como despertador, así tu necesidad de tenerlo cerca no iniciará en cuanto abras los ojos.
3. Crea tus sesiones de relajamiento
En 20 minutos
Escoge una parte en casa para convertirla en tu espacio de descanso y pide que no te molesten. Genera un ambiente tranquilo, cierra las cortinas, acomódate y…
- Respira lenta y profundamente. No sólo lo hagas con el tórax, enfócate en tu estómago
- Identifica y relaja todos los músculos del cuerpo. Inicia por la cara y baja al cuello, los hombros, el pecho, debes percibir una sensación de bienestar
- Ahora por turnos, sostén y relaja:
Cara. Arruga el entrecejo, eleva las cejas, frunce los labios y haz muecas
Mandíbula y cuello. Aprieta los dientes, afloja la mandíbula y después lleva la barbilla al pecho
Hombros. Súbelos hacia tus orejas
Brazos. Cierra el puño, muévelo hacia el hombro y haz presión con todo el brazo, cambia al otro lado
Tórax. Saca el pecho
Estómago. Súmelo
Parte inferior de la espalda. Inclínate y estírate hacia atrás, hasta formar un arco
Nalgas. Apriétalas
Muslos. Júntalos
Pantorrillas. Estira los dedos de tus pies hacia tus rodillas
Pies. Ponte “de puntas”
- Si notas que estás pensando en otra cosa vuelve a la respiración
- Revisa una vez más que cada parte de tu cuerpo esté relajada e imagina una escena tranquila. La playa, una silla frente a la chimenea, una lluvia intensa, concéntrate en los detalles
- ¿Qué ves a tu alrededor?, ¿a qué huele?, ¿qué escuchas? Por ejemplo, si estás cerca del mar, ¿cómo se siente la arena bajo tus pies? ¿Percibes algún sabor?
- Sigue respirando profundamente y repítete lo cómoda y segura que estás
- Tómate unos minutos más para disfrutar la sensación
- Cuando estés lista, mueve suavemente las manos y los pies y regresa con calma al espacio donde estás sentada
- Abre los ojos y espera hasta estar completamente alerta. Notarás el cambio luego de terminar el ejercicio
- En plena conciencia, sigue complaciéndote con tu estado y procura mantenerlo
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Es normal que al principio no te concentres pero al practicarlo mejorarás tu técnica y encontrarás los métodos que más se adapten a tus gustos.
En 10 minutos
- Siéntate y ponte cómoda. Si traes ropa ajustada, desabróchala y cierra los ojos
- Intenta aclarar tu mente y relaja todos los músculos como en el ejercicio anterior
- Enfócate en tu brazo derecho y repite: «Mi brazo derecho se siente pesado y caliente», dilo tantas veces como sea necesario hasta que así lo percibas
- Una vez que lo logres, continúa con todo el cuerpo, yendo de la cabeza a los pies
Puedes alternar ambos ejercicios y crear tu propia rutina. Mientras más lo hagas, más pronto sabrás qué te funciona.
4. ¡Ríete mucho!
Está comprobado que al hacerlo, tu cerebro –particularmente la hipófisis– segrega endorfina, la llamada hormona de la felicidad que manda señales analgésicas y calmantes a todo tu organismo y reduce el estrés y el dolor, así que a reír.
Además, soltar unas buenas carcajadas es un excelente ejercicio de respiración que por ende, mejora tu ventilación pulmonar brindándote una sensación de ligereza que puede durar varias horas.
5. Encuentra tu ritual
Cada quien disfruta y se relaja diferente. Intenta varias opciones y cuando sepas cuáles son tus favoritas, no pierdas la oportunidad de realizarlas al menos dos veces por semana, algunos ejemplos:
- Siente el aire fresco
- Escucha música clásica (o tu favorita)
- Apaga la tele
- Huele tu fruta predilecta
- Ve tus fotos preferidas
- Baila como quieras
- Sonríe, sonríe, ¡sonríe!
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