Por Juan Pablo Arredondo
Podemos tener dudas sobre si es válido y recomendable expresarnos con caricias, pero al mismo tiempo tendríamos que entender que resulta difícil transmitir afecto sin ellas.
Imagina la situación: te encuentras en la fase de noviazgo, estás enamorado de tu novia y ella de ti; desean estar juntos siempre y quieren que su amor perdure. Sólo existe una condición: no se pueden tocar. ¿Te funcionaría?
El acercamiento intencional, habitual, cariñoso e intenso es la manera más directa de transmitirle a una persona que se le quiere y con los niños ocurre lo mismo sin importar si son hombres o mujeres.
¿De dónde viene el miedo?
Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.
La mayoría de nosotros provenimos de educaciones rígidas y autoritarias, en donde la “convivencia” fue vertical: ellos mandaban y nosotros obedecíamos. Eran familias en donde los padres representaban el rol de fuerza y dominio, como una figura temida a la cual se reverenciaba aunque reprendieran y hasta golpearan.
Ante una persona así era complicado imaginar un esquema en el que las manifestaciones expresivas estuvieran aceptadas. No era usual encontrar a un hombre con hijos al que se le viera cercano y relajado, y quien se diera permiso de besar a otros hombres.
Incluso había (y aún hay) muchos tabúes respecto a la cercanía física entre un papá y su hijo, así como las posibles implicaciones que se derivarían, como volverse homosexual o amanerado.
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En este sentido, los temores que hoy puedas tener involucran tu propia educación y ésta, a su vez, la relación que tuvo tu padre con tu abuelo y así hasta el infinito. Se trata de un un conflicto que viene de ideas arraigadas en el inconsciente colectivo y que sólo sirven para recrear patrones nocivos y jugar un papel mucho más complejo del que suponemos.
Romper los paradigmas es arduo y quizá lo sea por un tiempo. La respuesta contundente es sí cuando me preguntan si debemos reconocer físicamente a esas personas que vienen de nosotros mismos.
¿Qué hacer?
Hoy las cosas son diferentes y nos toca vincularnos de manera profunda, darnos cuenta de que besar y abrazar al “hombrecito” de la casa ha dejado de ser un asunto exclusivo de las mamás y aceptar que es una necesidad.
- Lo primero es dejar de temer a manifestar amor: los besos, los abrazos, las caricias y las palabras de aliento son un gran alimento y al mismo tiempo, un reforzador natural de conductas deseables. El simple hecho de mostrarlos hará que todos se sientan reconfortados, estimulados e importantes
- Hay que entender que el morbo está en la cabeza de los adultos, no en la de los niños, y que su orientación sexual jamás estará determinada por tu trato con ellos
- Es importante darte la oportunidad de que te enseñe cómo hacerlo, que tu hijo marque la pauta para exteriorizarle lo que te importa. Si eres amoroso sólo verá un modelo positivo a seguir y el circulo vicioso terminará aquí. Vale la pena ¿no crees?
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Juan Pablo Arredondo es psicólogo y brinda atención a niños, adolescentes, parejas y familias. Es autor de los libros Límites y berrinches, Hablemos de sexo con los niños y Adolescencia: Cómo entender a tu hijo.